El que abandona no tiene premio: la nobleza de amar el fútbol
Dos piedras como arco y una pelota que ruede eran suficientes para desatar un superclásico. Cualquier espacio vacío -aunque fuera irregular- era un escenario ideal […]
Dos piedras como arco y una pelota que ruede eran suficientes para desatar un superclásico. Cualquier espacio vacío -aunque fuera irregular- era un escenario ideal […]
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