Si tuviéramos que definirla en una palabra, la historia entre el entrenador y el club del sur es de amor, un amor intenso, puro, de esos que están en extinción en un ambiente en el que la pasión comienza a pasar a un segundo plano para dejar al dinero en la toma principal.
Vicó, de 72 años, es una de las pocas excepciones a la regla que prima en la actualidad. Su nombre es sinónimo de Brown de Adrogué. Todos, aún los que no están adentrados en la realidad del ascenso argentino, saben quién es y cuál es su historia.
Con más de una década y media en el Tricolor y dos ascensos de la Primera B Metropolitana a la Primera B Nacional como principal motivo de orgullo deportivo, él construyó una imagen imposible de derribar dentro de la redonda. Es, por lejos, el máximo ídolo del club. Y todo queda a la vista cuando ingresa al estadio Lorenzo Arandilla, ubicado en la calle Ceretti, en pleno corazón de Adrogué. Allí, su nombre está por todos lados. El bufé, uno de los lugares más transitados dentro del predio, es un homenaje en vida al hombre que ha cambiado radicalmente el fútbol dentro de la institución fundada el 3 de marzo de 1945.
Su segunda gran alegría futbolística llegó en noviembre de 2015, cuando obtuvieron el segundo y último ascenso a la segunda categoría de los torneos de AFA. Fue en el Nuevo Francisco Urbano, la casa de Deportivo Morón. Y un dato de color que muestra qué significa Vicó en las divisiones de abajo: fue aplaudido y saludado por la parcialidad local tras el 2-1 final. Un símbolo de respeto que no es para dejarlo en el olvido. Y no fue en la única cancha ajena en la que recibió el cariño de la hinchada: le pasó en el Alfredo Beranger, de Temperley, y también en el Eduardo Gallardón, de Los Andes, entre otros. Estos dos casos sí son emblemáticos debido a la rivalidad entre en la entidad de la cual él forma parte y sus rivales zonales. Y hubo un capítulo poco feliz (al principio) en el Diego Armando Maradona, la casa de Argentinos Juniors En dicho recinto, Vicó fue insultado durante todo el partido por una porción de simpatizantes del Bicho. Posteriormente, un psicólogo del Bicho le pidió disculpas en nombre de todos los que forman parte del club porteño. Y concluyó con una carta de los mismos hinchas firmada por más de 400 personas.
No todo fue color de rosa para Vicó, ya que en 2015 vivió la peor pesadilla para un padre: la pérdida de un hijo. Más allá de la huella imborrable, él logró, gracias al apoyo de su familia, amigos y de todo Brown, reponerse y afrontar el futuro con ganas de seguir adelante. También le tocó vivir en una pensión fuera del club. Definió esos años en dos palabras: tristeza y soledad. Tiempo después, en el 2000, la dirigencia de Brown le propuso mudarse a las instituciones. Y fue el combo perfecto: hogar y trabajo, en el mismo lugar. Allí se entiende el porqué de su sentido de pertenencia al club que lo formó como profesional, y que también le extendió la mano cuando la necesitó. Un ida y vuelta que él agradece día a día y lo retribuye con resultados y, principalmente, con un gran trabajo para todo salga bien, tanto en el plantel profesional como en el resto de los ámbitos. Y un dato más que muestra el amor del hincha hacia él: en un barrio privado de San Clemente del Tuyú, en la Costa Atlántica, una calle fue denominada Pablo Vicó.
Si bien dicho ascenso fue un nuevo punto de inflexión en su carrera como director técnico e ícono de Brown, su historia comenzó mucho antes. Lleva alrededor de 20 años en el club. Dio sus primeros pasos como entrenador de baby fútbol, y también tuvo interinatos como mandamás del primer equipo. Luego, en 2009, tuvo la oportunidad más importante en su carrera: conducir los hilos del primer equipo. Y ese cargo lo ostenta, con muchísima emoción y honores, hasta la actualidad.
Vicó aún sueña en grande: quiere estar junto a Brown en la primera división. Y lo dice mayormente por su equipo de trabajo, que semana a semana muestran su entusiasmo para depositar al club en lo más alto del fútbol argentino. Y si esto no ocurre, sabe que igual querrá mantenerse a cargo, sin importar qué pase. Está cómodo, tranquilo y, principalmente, feliz.
Con sucesos buenos y malos, momentos de felicidad y de tristeza, la relación entre Pablo Vicó y de Brown de Adrogué es de sangre. Los protagonistas de esta historia estarán ligados para siempre, sin importar qué les depare el futuro. Están unidos en un mismo corazón.
Una producción especial de: Santiago Ángel Ravelo, Ana Chipana Meza, Agustín D’Giorgi, Franco Figueroa, Ignacio Huertas Gándara, Lautaro Pochiola, Daniela Sahaguián y Ary Javier Villarruel