Eran los comienzos de los ochenta y si bien la oleada del punk se estaba dilucidando, bandas como The Clash y The Ramones mantenían el espíritu vivo. Por otro lado, en Manchester, el surgimiento de bandas como New Order despertaba esperanzas en aquellos que vieron todo perdido con la muerte de Ian Curtis, guitarrista y voz principal de Joy Division (grupo que encontró truncado su rumbo con el suicidio del jóven músico). Pero a su vez, curiosamente en aquella misma ciudad, aparecía una banda que llegaba para irrumpir con lo estipulado. Ellos eran nada más ni nada menos que The Smiths.
Liderados por la dupla compositora Morrissey-Marr (el primero encargado de las letras y el segundo, en lo que respecta a la música), más Andy Rourke (en el bajo) y Mike Joyce (en la batería), supieron diferenciarse de otros grupos de la época desde el primer momento. Desde una clara posición pro-vegana por parte del cantante, hasta la ideología del grupo de mantener una carrera independiente sin estar condicionados por la dirección artística de una discográfica.
Pero fue una canción en particular de su primer álbum, la que causó revuelo en todo el medio y también en la sociedad británica de aquel entonces: «Suffer Little Children». La obra fue compuesta durante los primeros años de la banda y se lanzó oficialmente en el año 1984 en el disco homónimo del grupo. En ella, se hace referencia con suma crudeza a los crímenes cometidos por la pareja de asesinos Ian Brady y Myra Hindley, los cuales fueron llevados a cabo entre octubre de 1963 y junio de 1965.
Los hechos en cuestión fueron conocidos como los «Asesinatos de los Páramos» (en inglés: «Moors Murders»), perpetrados en la localidad que hoy se conoce como el Gran Manchester, justamente de donde era oriunda la banda. Las víctimas, cinco niños en total, con edades comprendidas entre los 10 y los 17 años (John Kilbride, Pauline Reade, Keith Bennett, Lesley Ann Downey y Edward Evans) perdieron la vida a manos de la pareja. Además, se pudo comprobar más tarde según medios policiales que al menos cuatro de las jóvenes víctimas sufrieron abusos sexuales por parte de los asesinos. Cabe destacar que Morrisey, cantante y compositor de The Smiths, siempre se vio conmovido por aquellos crímenes ya que al momento de los hechos tenía la misma edad que muchas de las víctimas.
Los asesinatos recibieron su denominación dado que dos de las víctimas fueron descubiertas en tumbas cavadas en el páramo Saddleworth y una tercera fue encontrada en cercanías al lugar, pero veinte años más tarde. La directa inclusión de algunos de los nombres de los difuntos en la letra, generó una gran controversia debido a que cierta parte del medio lo tomó como una falta de respeto a un suceso que impactó a la región. Sin embargo, el vocalista en todo momento manifestó que su intención era la de realizar un tributo no solo a las víctimas del hecho, sino también a sus familias. Tanto es así, que terminó por entablar una amistad con la madre de una de las fallecidas, Ann West, quien defendió al cantante y al grupo en sí.
A través de una melodía hipnotizante y con tintes melancólicos, Johnny Marr dirige la canción mediante el sonido característico de su Rickenbacker, mientras que el cantante no se guarda nada y advierte de alguna manera a los culpables: «Podrán dormir, pero nunca podrán soñar». Al mismo tiempo, con una voz casi compungida se lamenta y cierra: «Oh, Manchester, hay tanto por responder».
La pieza musical logró convertirse de este modo en parte del repertorio de la banda en directo y continuó siendo aún muy requerida por parte de los seguidores incluso durante la carrera de Morrisey en solitario.