Caso Maratea: un ejemplo del poder de la inmediatez de las redes sociales

En la era de la inmediatez ya nada sorprende; en un abrir y cerrar de ojos todo puede cambiar. Con un simple clic se pueden […]

En la era de la inmediatez ya nada sorprende; en un abrir y cerrar de ojos todo puede cambiar. Con un simple clic se pueden hacer grandes cosas, para lo bueno y lo malo. Y el caso del instagrammer Santiago Maratea es un gran ejemplo: cancelación e idolatría, polémica y campaña heroica, amor y odio son opuestos cuyos límites son difusos y hasta inexistentes en tiempos donde prima la instantaneidad. ¿Es posible que las opiniones y convicciones del público se transformen tan rápidamente?

“El Santu”, como sus seguidores lo apodan, se puso al hombro la organización de una colecta masiva con la que logró recaudar la colosal suma de 2 millones de dólares para comprar el medicamento más caro del mundo y salvarle la vida a Emmita, una bebé de 11 meses que padece atrofia muscular espinal (AME). Además, este año ya había colaborado con la comunidad wichi Misión Chaqueña (donación no exenta de polémica) y la fundación Madres Víctimas de Trata, por ejemplo.

Sin embargo, aunque todos esos hitos son dignos de admiración y lograron rápidamente conmover a miles de individuos (y sus billeteras), también hubo muchos que fueron más reacios inicialmente y/o no dudaron en comentarle abiertamente al joven 28 años que antes no les simpatizaba, pero ahora se habían dado cuenta de que no era una mala persona. Y así, de una acción a la otra, de una publicación a la otra, Maratea pasó a ser un “cancelado” a subirse al pedestal. ¿Qué cambió? ¿En qué se fundamenta esa repentina transformación de parecer? Después de todo, una cosa no quita a la otra: él, alabado por su forma de involucrarse en las causas y compartir el minuto a minuto de la situación como un verdadero y atrapante show, es el mismo que ha sido repudiado fuertemente por fumar marihuana en un canal de televisión o por intervenir y vender libros de Harry Potter.

El “Robin Hood” de la era digital, como lo llamaron algunos, no cumple con el perfil que muchos imaginan o quisieran que tenga. Es impredecible. Es la persona que, luego de completar su última hazaña, juntó plata para comprarse ropa Gucci y salió a pasear con un descapotable por Miami; es quien no tiene pelos en la lengua y habla de todos los temas sin tapujos. Y eso lo diferencia de muchos: ser siempre fiel a su impronta y convicciones. Deja mal parados a quienes en la montaña rusa de la inmediatez de las redes sociales pasan de fans o hater en lo que tardan en apretar el botón “seguir” o, en su defecto, “dejar de seguir”. ¿Tan intermitentes son sus juicios sobre los demás? ¿Qué es permanente — si es que algo lo es — en tiempos donde las creencias se destruyen con solo eliminar una aplicación del celular? Después de todo, cada uno puede pensar y hacer lo que quiera, pero nunca dejar de reflexionar.

 

Natalia Schaller – 2°A T.M.