El brote por COVID-19 ha cambiado mucho sobre la vida moderna: cómo trabajamos, socializamos e incluso cómo comemos. A medida que los países toman medidas más enérgicas para contener la propagación de este virus, el aislamiento obligatorio y el cierre temporal de empresas pueden afectar las prácticas normales relacionadas con los alimentos.
Para reducir la ingesta calórica en estos días en que nuestra actividad física es más baja de lo habitual, es recomendable reducir también el consumo de hidratos de carbono y sustituirlos por otros alimentos con una densidad nutricional más alta, como las legumbres.
Los alimentos poco saludables también están en circulación. La harina, el azúcar, las sopas enlatadas y el alcohol, que no son exactamente el alimento básico de una dieta saludable, han aumentado en las ventas durante la pandemia. Los funcionarios de salud incitan a salir de casa para ir de compras al supermercado con la menor frecuencia posible, lo que aumenta el atractivo de los alimentos altamente procesados, que duran más que los frescos, pero están cargados de azúcar, grasa y sal y están vinculados a un mayor riesgo de cáncer.
Otra causa de la mala alimentación es el estrés producido por la pandemia que puede hacer que las personas quieran hornear lotes de galletas y optar por bocadillos procesados, ya que alimentos como estos pueden consolar a las personas en tiempos de miedo.
Para no caer en la tentación de visitar la heladera durante el confinamiento y tomar alimentos poco saludables y muy calóricos es, aconsejan no tenerlos a mano. Es fundamental ir a hacer las compras con un listado cerrado.
Otra recomendación importante a la hora de planificar las comidas durante el confinamiento es que cada persona “adopte los horarios y hábitos con los que se sienta más cómodo, es decir, que le supongan una mayor adherencia”. Esto significa que no existen unas pautas de alimentación determinadas, sino que cada persona debería buscar las que más le convienen.
Científicos llevaron a cabo un estudio exploratorio para analizar las prácticas alimentarias durante las dos primeras semanas de la cuarentena. El cuestionario online fue contestado por 2518 personas, de las cuales 2201 consumen carnes y 317 son vegetarianas.
Las respuestas fueron contrastadas con las guías alimentarias para la población argentina elaboradas y actualizadas por el Ministerio de Salud.
La población que come carne ha disminuido el consumo de frutas. Respecto de los lácteos, la recomendación de la cartera de Salud es de tres porciones al día, en sus variantes de leche, yogurt o queso. En épocas de cuarentena, el 74 por ciento no satisface esta indicación, sino que consumen entre una y dos. Al mismo tiempo, aumentó el de gaseosas y golosinas, considerados ‘alimentos de baja calidad nutricional’ porque no aportan ningún nutriente esencial; tan solo azúcar y conservantes. También aumentó en casi un 20% el consumo de bebidas alcohólicas
En total, el 60 por ciento de los encuestados percibe que come más como producto del estrés y la ansiedad que despierta la situación de confinamiento obligatorio. La mitad de las personas que respondió a la encuesta incrementó la preparación de comidas caseras.
Actualmente no existe un tratamiento nutricional específico frente al Covid-19, pero mantener una alimentación saludable es recomendable para toda la población y también para aquellas personas infectadas de dicha enfermedad, con sintomatología leve y/o asintomáticos. Esto se debe a que, una buena alimentación (qué comer, cuándo, con qué frecuencia, etc.) ayuda a proteger y cuidar la salud de la persona.