Después de un año del desalojo total de los manteros ubicados en las avenidas Nazca y Avellaneda, en el barrio de Flores, estas personas salieron nuevamente a exigirle al Gobierno porteño que cumpla con su promesa de reubicarlos en un predio cerrado. Por otra parte, la Policía desplegó un operativo para que no ocupen las veredas de esa zona comercial.
“Queremos trabajar, no estamos robando”, son algunas de las frases de aquellos que venden mercadería (mayormente ilegal). Pero la problemática de los manteros no es un asunto específico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, aunque por cuestión de concentración de la gente es muy común ver puestos de mantas en puntos estratégicos de acceso y salida de la ciudad, en lugares tales como Constitución, Retiro, Once y también en zonas muy transitadas, como los barrios de Flores o Caballito.
Los manifestantes se instalaron en la esquina de Avellaneda y Nazca por la mañana y reclamaron un nuevo predio para poder trabajar en Flores, debido a que los 76 puestos que el Gobierno les prometió en el Paseo Comercial Balvanera aún no están disponibles. Pero en otros sectores de la ciudad y Gran Buenos Aires, ¿cómo se encuentra la situación?
En enero de este año, en la estación de trenes de Once, la Policía de la Ciudad levantó todos los puestos callejeros ilegales de la zona. Esto llevó a varios enfrentamientos contra la Policía, que terminaron con tres manteros heridos y cinco detenidos. A partir de ese día, aproximadamente 200 vendedores no volvieron a sus puestos callejeros, pero sí cortaron las calles por varios días, ocasionando más disturbios.
Con el paso de los días, el Gobierno de la ciudad reparó las veredas de esa zona y les dio la posibilidad a los manteros de hacer un curso para ser «vendedores oficiales». Dicho curso está a cargo de la CAME (Confederación Argentina de la Mediana empresa), y consta de 40 días de cursada con 160 horas de clases y un 80% de asistencia para poder aprobar. Alrededor de 700 manteos se inscribieron y un 90% ya se «recibió» de «vendedor legal». Otros vendedores prefirieron no hacer el curso y mudaron su puesto mayormente zonas como Liniers o Morón, como así también a Flores y otras localidades del oeste bonaerense.
«Liniers cada vez está peor, ya no se puede ni caminar por la cantidad de puestos que hay, es impresionante», manifiesta una señora al bajarse del tren. En Morón es notable el crecimiento de los puestos, especialmente de ropa, en las veredas de la estación; sin embargo, todavía se puede caminar con tranquilidad. «Yo hace 7 años que tengo un puesto acá en la calle y nunca tuve ningún inconveniente con la Policía ni nada. Hay personas que compran y otras que se quejan pero es normal», explica Norma, vendedora de ropa nueva y usada.
En el barrio de Once, en diagonal a la estación, sobre la calle Perón se abrió un galpón en donde los vendedores que aprobaron el curso van a retomar sus actividades. Este galpón está estructurado con varios puestos fijos en forma de galería para el confort de los ahora llamados «vendedores legales», además de policías que se encargarán de la seguridad y “evitar disturbios”.
«Este galpón lo donó el Gobierno para nosotros que ya estamos capacitados para ejercer la venta sin tener complicación alguna, pero lo feo es que la gente no se acerca hasta el galpón, acá se vende menos. Antes estábamos en mejores lugares, en donde las personas iban y venían, acá no», cuenta una de las tantas mujeres capacitadas. Algunos vendedores inclusive pegaron su «título» en el frente de sus locales para mostrar que ahora son legales. Están en planes nuevos cursos en la sede de Florida de la CAME para aquellos vendedores callejeros que quieran empezar a formarse a la orden de la ley.