Un balcón en Mar del Plata. Tranquilamente podría ser el nombre de una canción alegre, que hablaría además de una de las ciudades más lindas de Argentina. Ese lugar balneario que fue testigo de varios hechos que quedaron en la historia. Claro, en este texto, algunas palabras están en potencial hasta aquí, tan en potencial que no fue así: lo alegre se convirtió en conmoción hace más de 32 años. Carlos Monzón, el ídolo del boxeo argentino que era tapa de muchos diarios, había asesinado a Alicia Muñiz, quien era su pareja en ese momento. Fue una investigación que llevó mucho tiempo. Monzón siempre negó el hecho y nunca se hizo cargo, incluso en las pocas entrevistas que le realizaron desde la cárcel. “Prefiero que me maten”, le había dicho a Ernesto Cherquis Bialo y Carlos Irusta, periodistas de El Gráfico en ese momento que fueron a hablar con él. Con su cigarrillo infaltable en la boca dando pitadas y la mirada cabizbaja estaba ahí, expresándose. El caso hizo que se hable de ello en todo el país. El ídolo estaba tras las rejas, como fiera esperando la oportunidad para salir y volver al ruedo.
El crimen ocurrió en 1988, once años después de su retiro tras redondear 100 peleas, con 87 victorias, 3 derrotas y 10 empates. Las épocas y el contexto muchas veces son decisivos. En ese momento casi no se hablaba de la violencia de género para erradicarla, sino que se lo tomaba como natural y hasta a veces se justificaba. Muchos que lo conocían íntimamente dijeron que Monzón era violento con las mujeres con las que estuvo. En 2009 se sancionó la Ley de Protección Integral a las Mujeres y nace la pregunta obligada: si bien el ex boxeador que fue campeón del mundo 14 veces era un impetuoso al extremo, ¿qué habría pasado si esta ley hubiese estado en aquel momento? ¿Monzón habría hecho lo mismo? Nunca se sabrá. Es verdad que muchas veces unas palabras escritas en una Constitución no son suficientes para detener a un violento, pero aun así, jamás se conocerá qué habría ocurrido. La Justicia fue contundente: Carlos Monzón había asesinado a Alicia Muñiz. Además, ya estaba muerta cuando cayó del balcón. La había estrangulado. El mismo hombre que tocó el cielo con las manos al ser campeón del mundo y que fue aclamado en Argentina de punta a punta, era un criminal.
La relación de Monzón con Muñiz siempre fue conflictiva, según allegados a ellos. La gran casa de Pedro Zanni 1567 en Mar del Plata, donde vivían, fue escenario de la tragedia aquella noche del 14 de febrero de 1988. El caso sigue siendo recordado por cómo ocurrieron los hechos y además debido a la enorme figura de Monzón, ello sumado a que también la modelo uruguaya era muy reconocida en los medios. Hoy, en cada vez más clubes y otros ámbitos, existen los protocolos de la violencia de género: si se descubre que una persona la ejerce, no podrá tener actividad deportiva por lo menos dentro de ese club o en el ámbito profesional. Es decir que si se traslada el caso a la actualidad, un boxeador que efectúa esto no debería tener nunca más actividad oficial. Lógicamente que cada causa y hecho es diferente. ¿Puede haber similitudes? Sí. ¿Pueden ser iguales? No, es imposible. Ahí está la diferencia, pero si la Justicia actúa y se llega a la conclusión de que el boxeador (o deportista en general) es culpable, no debe pisar más un ring en el profesionalismo. El nacido en Santa Fe había sido condenado a 11 años de prisión por homicidio simple, aunque después empezó a tener salidas transitorias (en una de ellas, en 1995, murió tras chocar con su auto).
De 1988 a 2020 son muchos años, sí. No hay dudas. El tema es que esa cantidad en cuanto a la diferencia contribuya a erradicar la violencia de género en el deporte y en el resto de los ámbitos. La conciencia es fundamental, y también lo es que la consecuencia sea durísima si esto existió. Monzón con los guantes hacía delirar a los amantes del deporte argentino pero por fuera mostraba una imagen totalmente distinta. Un asesinato que quedará en la historia, una Mar del Plata acongojada y un país decepcionado con una mancha enorme puesta en Monzón, a quien nunca se le cruzó por la cabeza hacerse cargo. Esa misma mente que tantas victorias hizo que se lleve, esta vez tenía que pensar otra cosa. Ese balcón de Mar del Plata sigue recordando lo que ocurrió…
Nicolás Panni