El embajador de los inventos como es conocido en el campo científico obtuvo la certificación de la DVN-GL -la principal sociedad de clasificación del mundo, sobre Arcusin 1 & 2, nuevos principios hidrodinámicos.
Este logró es la culminación de 35 años de carrera. El primer peldaño de este éxito comenzó en un balneario de la costa argentina cuando Arcusin observando una boya que se hundía y salía copiando el movimiento de las olas se inspiró en la invención de un vehículo deportivo en forma de esfera con la capacidad de almacenar pasajeros dentro de la misma y la bautizó Burbuneta.
En ese momento empezó la incursión del científico en el campo naval. Aunque el proyecto no llegó a fase de construcción fue el primer paso. Luego, imaginó un tren acuático para bajo calado en ríos de 2 o 3 metros de profundidad donde no podían entrar barcos a buscar, por ejemplo, la cosecha. «Esa fue la primera idea. Cuando lo vio el ingeniero Néstor Nosiglia, en aquel entonces director del Departamento Naval de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), me dijo que estaba manifestando un principio hidrodinámico. Si era verdad, era mucho más el principio que el tren acuático, la novedad estaba en lo científico y así fue», explica el inventor.
Luego de 35 años de ensayos y pruebas se pudieron determinar las dos propuestas pioneras del mundo naval. «El principio Arcusin 1 es de un cilindro, lo que describe es que un cuerpo cuando gira en un medio líquido, por el solo hecho de girar mientras avanza a la velocidad sincronizada disminuye un 50 por ciento su resistencia. En cambio, el principio hidrodinámico 2 es la interacción de dos o más cilindros. Es decir, ponemos varios cuerpos de revolución, el de proa no solamente no tiene resistencia, no es que baja un 50 por ciento, sino que desaparece la resistencia de ese cuerpo, y además, genera una fuerza de empuje. Es como si fuera una potencia hacia adelante por el solo hecho de girar contra el flujo, pero eso es un fenómeno que se da cuando hay más de un cilindro y a cierta distancia», asegura Arcusin, que las pruebas las vienen realizando con un cilindro, pero se podría lograr con cualquier cuerpo que tenga la capacidad de girar sobre su propio eje.
Esta gran idea innovadora, que en principio se desarrolla en ríos, puede llegar al plano marítimo y cambiar el sector económico en el transporte de cargas en barcos, alrededor del 60% del traslado de mercancías del mundo.
El desarrollo de esta propuesta no sólo ayudaría en aumentar la velocidad de los vehículos marítimos, sino que también en la reducción de combustible utilizado para los traslados. Esto representa un abaratamiento en los costos de envío y una mayor rentabilidad. La posibilidad de hacer más viajes en menos tiempo es el granito de arena que logró el inventor argentino.
Este logro no hubiera sido posible sin la ayuda técnica y financiera de varias organizaciones que apostaron a su proyecto. El inventor por falta de incentivos dejó de lado su investigación y fue recién en el 2017 cuando le comentó su idea a Lino Barañao, entonces ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, quien lo animó a retomarlo. Fue entonces cuando el inventor se comunicó con el doctor en Ingeniería naval, Mariano Pérez Sobrino, con quien había estado en contacto en 1986 porque en aquella época era subdirector del Canal del Pardo, de España, y fue quien le aseguró que se sorprendería con todo lo que podrían hacer a través de las nuevas tecnologías computarizadas de Dinámica de Fluidos Computacional (CFD, su sigla en inglés). Los nuevos avances tecnológicos permitían hacer todas las simulaciones de manera computarizada que antes se hacían empíricamente en modelos a escala. Así, con la colaboración de Pérez Sobrino y Amadeo Morán Guerrero, iniciaron un plan de ensayos y comprobaciones en CFD a través de las computadoras que llamaron proyecto Aphres. De esta manera, concluyeron los principios y se preparan para avanzar en materia de infraestructura y crear nuevas maquinarias de uso comercial y logístico.
Este nuevo reconocimiento, se suma a los ya premios logrados a nivel mundial por el inventor argentino. Pionero en innovaciones gastronómicas de tipo estructural como la estufa de hamburguesas que no produce olores. También invenciones comestibles relacionadas a la salud como el pochoclo sin grasas.
Sin embargo, el invento que más éxito le trajo a su carrera, fue la jeringa autodescartable en el año 1989 cuando eran recurrentes los casos de contagios de SIDA y Hepatitis B. Este nuevo instrumento tenía un mecanismo que no permitía reutilización, ya que una vez suministrado el medicamento e inyectado en el paciente, la jeringa se desprende de su tapón lo que imposibilita el volver a usarlas. Además, ese mismo año creó un capuchón para la aguja que evitaba accidentes. Con este artículo salvó miles de vidas y en algunos países se transformó en un insumo obligatorio en hospitales y centros médicos.