La ciudad de Guantánamo, ubicada en el sudeste de Cuba, es conocida por tener una de las cárceles de más alta seguridad y que más misterios oculta en el mundo. Se inauguró en 2002, cuando las autoridades estadounidenses decidieron transformar la base naval que tenían en ese territorio en un centro de detención para reclutar a cientos de sospechosos de los atentados que habían sufrido el 11 de septiembre del año anterior y a los posibles terroristas que podrían atacar su país en un futuro.
Sin embargo, estas personas que tienen como objetivo la dominación por el terror mediante actos violentos y que son motivados por fines políticos no son los únicos que no tienen libertad en esta región. Cinco décadas antes, con la llegada al poder de Fidel Castro, empezaron a sentirse prisioneros de su propia tierra los deportistas cubanos que deseaban ser profesionales. Es que si deciden emigrar a otro país el estado se encarga de regresarlos a Cuba.
En los años 90 un jovencito no prestaba atención y a veces se escapaba de un colegio de Guantánamo porque no le gustaba estudiar. Su cuerpo y mente estaban siempre pidiéndole boxear y sabía que quería que su futuro fuera arriba de un ring. Luego, de grande y con varios años de entrenamiento, se transformó en un ídolo de la isla por su talento y por ser el capitán del equipo de boxeo de Cuba. Y en 2005 se coronó campeón mundial de boxeo amateur como Teófilo Stevenson y Félix Savón, dos glorias de la historia del deporte de su país.
Una vez llegado a lo más alto pensó en buscar mayores desafíos y la única manera era pasarse al profesionalismo, lo que también le permitiría ganar mucho dinero para mejorar su calidad de vida y la de su familia. Tenía que salir de Cuba y en 2007 pensó que lo había logrado al quedarse en Brasil después de competir en los Juegos Panamericanos, pero los gobiernos se pusieron de acuerdo y lo regresaron a la isla en un avión privado. Allí los habitantes lo empezaron a llamar «atleta no grato» y «mercenario».
Pero nadie iba a poder frenar a uno de los boxeadores más agiles pero también más inteligentes y seguros de que consiguiera su cometido. Lo volvió a intentar y esa vez lo consiguió yéndose en una lancha rápida a México y al firmar por una empresa en Alemania antes de recalar en Estados Unidos. “Fue muy duro dejar a mi madre, dos hijos, hermana, amigos del barrio…Pero ellos entendieron que era para yo darle mejor vida a mis hijos y a mi mamá. Luego he podido regresar a estar con ellos y están muy orgullosos de lo que hice”, expresó después de sus primeras peleas profesionales.
En el país que su bandera tiene franjas rojas y blancas y 50 estrellas se apodó “The American Dream”, que en castellano quiere decir “El sueño americano”. “Elegimos este nombre mi manager y yo porque a eso vine: llegué acá sin nada, a luchar, para darme a conocer en el boxeo y en mi carrera”, comentó en una ocasión. Llegó a ser súper campeón de AMB hasta 2018 cuando perdió ante Jarret Hurd. No obstante volvió a la gloria al año siguiente noqueando en el segundo round al por entonces campeón también de la AMB Ramón Canelo.
Y ahora, en Los Ángeles, a dos días de cumplir un aniversario de esa última pelea, con 37 años se volvió a subir al cuadrilátero para defender su nuevo cinturón y conseguir un nuevo título mundial: el vacante de la Organización Internacional de Boxeo. Enfrente estaba el estadounidense Greg Vendetti, catalogado mucho más abajo en el ranking Premier Boxing Champions (en el puesto 42, mientras que el cubano se encuentra cuarto), pero con 7 años menos y con la oportunidad de quedar en la historia.
El local mostró iniciativa, agresividad y potencia ante un contrincante muy peligroso pero la experiencia que se visibilizó en el gran manejo de las distancias, la tranquilidad al caminar el ring, el talento de evadir golpes del extranjero pudieron mucho más. Con su estilo de esperar el error del rival para lanzar su zurda de enorme efectividad el campeón se fue llevando los 10 puntos de la mayoría de los asaltos.
El video pertenece a Fox PBC
Era consciente de que si iba al golpe por golpe con su técnica y fuerza se hubiera impuesto por sobre Vendetti y puede que lograra noquearlo en los primeros rounds, pero también se aseguraba recibir muchos más directos. Prefirió apostar al triunfo más lento pero menos doloroso en las tarjetas. Y lo obtuvo para alzarse con un nuevo título en su carrera y seguir a sus plenos 37 años con su sueño americano. “En los últimos entrenamientos me he sentido mucho mejor que hace seis años”, aseguró Lara, aquel joven que soñaba con ser boxeador, que triunfó en el amateurismo y también en el profesionalismo sin su familia y amigos cerca y que hoy sigue mostrando que no es mercenario, sino un deportista que se levanta rápido de las derrotas y que no tiene techo ni vencimiento.
Martín Barylko