Las tres C del padre José María “Pepe” Di Paola –Colegio, Club y Capilla– resumen las instituciones necesarias sobre todo en los barrios humildes para formar a los jóvenes. El presente de la jugadora mendocina que juega al balonmano y al fútbol en diferentes selecciones nacionales, Chiara Singarella, no escapa a estos preceptos del sacerdote de la arquidiócesis de Buenos Aires, galardonado con el Premio Konex 2018, a los dirigentes sociales. Su familia fue un pilar en su formación estudiantil en el colegio religioso y en el club disfrutando del deporte. Su abuelo materno fue arquero de Luján SC y de la selección mendocina de fútbol, y su padre jugó fútbol y handball. Junto con su madre, profesora de educación física, aportaron mucho en su formación deportiva. En la selección de fútbol se destaca por su velocidad, gambeta y remate de media distancia fue campeona Sudamericana con la sub 17 y participó con la sub 20 en los juegos Odesur. En balonmano, con la selección sub 15, logró el campeonato Sudamericano en Paraguay. Juega de central y pivote, lanza con la mano derecha y al fútbol puede ubicarse como enganche o volante e impacta el balón con el pie zurdo. Admira a Lionel Messi y a Emanuel Ginóbili por los valores que representan.
-¿Cómo fueron tus comienzos?
-A los 4 años, empecé con handball y con fútbol en la municipalidad de Luján de Cuyo. Mi mamá era mi entrenadora, es profesora de educación física y entrenadora de handball. Con el fútbol empecé a la misma vez que empecé handball también en la municipalidad de Luján de Cuyo y al fútbol empecé a jugar con chicos, porque no había fútbol femenino en esa época. Cuando cumplí 10 años, me fui a la academia chacras fútbol club, a su escuelita; ahí jugué hasta los 12 años, que era la edad límite a la que permitían el fútbol mixto. Luego pasé al club Las Pumas de Mendoza, de fútbol femenino, y hasta el día de hoy sigo jugando ahí, con 16 años. Con el handball jugué también hasta los 10 años en Luján y después me cambié de club a la Universidad Nacional de Cuyo; allí jugué en la categoría de infantil, menor y cadete, y luego pasé a Municipalidad de Maipú. Hasta la actualidad, sigo en ese club. Es una gran familia, un grupo hermoso para mí.
-¿Qué planes tenés para una vez finalizada tu etapa escolar?
-Mi plan es seguir practicando deporte y estudiar una carrera afuera [del país], en Estados Unidos o España. Estados Unidos porque estoy en mi último año de estudios de inglés y además en ese país poder estudiar medicina; me gusta neurocirugía, soy fanática de la serie Grey’s Anatomy. Y a la vez jugar al fútbol de una manera más profesional.
-¿Qué significa representar a Argentina?
-En cuarto grado la maestra hizo presentarnos y nos dio como una ficha y decía nombre, apellido y una pregunta clave: qué quiero ser cuando sea grande. Y sin dudarlo escribí «vestir la camiseta de Argentina con alguno de los deportes que practico». Y se me dió. Cada vez que me pongo la camiseta de Argentina de handball o de fútbol algo me pasa y es que me da mucho orgullo y satisfacción, sabiendo que hice todo para estar en ese lugar.
-¿Y cantar el himno?
-Y, cantar el himno nacional es algo que no se puede poner en palabras, son sensaciones que te pasan con cosas muy puntuales en la vida. Es único lo que siento, cuando canto se me pone la piel de gallina, y me imagino abrazada junto a mis compañeras cantando. Es algo muy muy lindo, es indescriptible y muy hermoso.
-¿Cómo organizás tus tiempos en cuarentena con los amigos/as?
-Los fines de semana por ahí juego al Call of Duty en la Play, con una compañera de la selección,de fútbol. Otros días hacemos videollamadas con las chicas de la selección de handball y nos matamos de risa también, contando anécdotas, así no me aburro. Si bien no puedo salir, gracias a la tecnología estamos un poco más unidas a pesar de la distancia.
Se nutre del amor de sus padres y hermanos para lograr sus objetivos; es más de vivir de día, le escapa a la noche. Prefiere el fin de semana para vestir la camiseta de Argentina y jugar cualquiera de los dos deportes, con ese fuego sagrado como bandera.
Walter Talavera