Después de un largo proceso de diálogos con los guerrilla de las FARC en el que se buscaba darle fin a una guerra que duró más de 50 años, se firmaron definitivamente los acuerdos por una anhelada paz que llegó el 26 de noviembre de 2016. Tras ese sello impuesto por el presidente colombiano de ese entonces, Juan Manuel Santos, y el jefe máximo del grupo subversivo, Rodrigo Londoño, llegaba el fin de un conflicto con uno de los mayores grupos armados al margen de la ley. Pero quedaba otra coalición de guerrilleros, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), con el que se empezaba a negociar de igual manera por una paz.
La paz para Colombia no fue garantizada. El problema no lo arrancaron de raíz, ya que los enfrentamientos siguen existiendo, los campesinos siguen siendo victimas de desplazamientos, la escuela de Cadetes de Policías más importante de Colombia fue atacada y todas las semanas están matando lideres sociales de las regiones mas olvidadas del país. Todos estos hechos se han atribuido al Ejercito de Liberación Nacional (ELN), grupo guerrillero con el cual, el Gobierno Nacional no ha podido negociar.
Ahora la guerra es por el narcotráfico. Esto ha llevado a que siete comunidades indígenas cercanas a la costa del Pacifico colombiano se vieran obligadas a abandonar sus territorios, y según entidades como Naciones Unidas y el Consejo Noruego de Refugiados (CNR), son mas de 1.000 los expulsados de sus hogares.
Sin embargo, en los últimos tiempos de gobierno del ex presidente Juan Manuel Santos, se entabló negociaciones de paz con este grupo guerrillero pero estos diálogos se rompieron por decisión del actual mandatario Iván Duque después de un atentado con auto-bomba a la Escuela de Cadetes en Bogotá a principios de este año
Es paradójico que después de la firma por un «acuerdos de paz» con un grupo guerrillero no haya servido para suponer que esa era la solución para la reducción de problemas como desplazamientos, atentados, asesinatos y más.