Octubre de 2009. El Gráfico, ya editándose mensualmente, elige poner en su tapa a un tenista. Decide salir de la fiebre futbolera que suele invadir a los argentinos y ubicar en tan privilegiado lugar a un chico tandilense, de 21 años recién cumplidos. Ese chico era Juan Martín Del Potro que, con menos de 4 años como profesional en el circuito, acababa de ganar uno de los más prestigiosos torneos de tenis del mundo: el US Open. Y como si eso fuera poco había despachado en semifinales a Rafael Nadal en 3 sets y a Roger Federer en 5, en una increíble final. Se escribía el primer capítulo dorado del cuento de un gigante que, hasta hoy, sigue agregando páginas gloriosas.
En aquella edición, la revista rescató 3 anécdotas llamativas que pintaban los primeros pasos de Delpo en su carrera. La primera de ellas, de cuando tan solo tenía 11 años. Tras perder un campeonato sudamericano en Brasil, donde además fue muy insultado por el público local, se encontró en el aeropuerto con José Luis Chilavert. Su entrenador de aquel entonces, Marcelo Gómez, se dirigió al astro paraguayo, le explicó la situación y el ídolo de Vélez se acercó a hablar con un desolado Del Potro y le dijo una frase que lo impulsaría a dedicarse de lleno al tenis: “A los mediocres no los insulta nadie, si fuera por las puteadas yo me tendría que matar. Arriba ese ánimo. Ellos no van a llegar a ningún lado y vos vas a ser un campeón”.
La siguiente, tiene que ver con un triunfo que no fue reconocido a tiempo, pero tuvo su reivindicación posterior. A los 14 años, Juan Martín obtuvo el Orange Bowl en Key Biscayne, cediendo apenas 3 sets en 7 partidos. Ningún medio nacional reflejó lo que era un triunfo muy importante, en un torneo que ya habían conquistado Vilas, Sabatini y Coria. Un mes más tarde se publicó en La Nación una nota titulada “La noticia que se escapó”, dando a conocer el logro del joven argentino.
La última tuvo lugar pocos años después, en el 2005 en Roland Garros. La Torre de Tandil competía en juveniles, pero además era sparring de Rafael Nadal. Sin embargo, y pese a tal condición, no tenía entradas para ver la final entre Nadal y el argentino Mariano Puerta, por lo que no lo dejaban ingresar al estadio. Con la excusa de hacerle una entrevista mientras veía el partido, Alfredo Bernardi, periodista de La Nación en ese entonces, consiguió hacerlo pasar, pero a los pocos minutos la seguridad lo retiró del lugar. “No te calientes Junior (NdR: así le decían a Del Potro en ese entonces), el año que viene este torneo lo jugás vos”, lo intentó calmar Bernardi. Dicho y hecho, al año siguiente el argentino disputaría su primer Abierto de Francia.
Las anécdotas contadas tienen un motivo claro: entender el por qué Del Potro llegó a donde llegó, y pudo conseguir aquella hazaña en tierras estadounidenses. Ahora sí, la historia del gigante cobra mayor sentido.
Lo que quizás sea difícil de dimensionar es, justamente, aquello que ocurrió el 14 de septiembre de 2009, día en el que Juan Martín Del Potro ingresó al Olimpo del tenis en Flushing Meadows al consagrarse campeón del US Open, a los 21 años, nada más ni nada menos que ante el mismísimo Federer (campeón de las últimas 4 ediciones del torneo). Así, lograba la mayor hazaña de su carrera, y, además, coronaba su anhelo más profundo: conseguir el Grand Slam de Nueva York.
En Tandil, su ciudad natal, tres días después de la proeza, una marea de 20 mil almas abroqueladas a lo largo de más de 40 cuadras, recibió al entonces nuevo héroe nacional, que ingresaba a la ciudad en un auto bomba. Finalmente, asomado al balcón del palacio municipal y sobrepasado de emociones, Delpo retribuyó el cariño de su gente con unas sentidas palabras: “Quiero que sepan que Tandil es mi ciudad y no la cambio por nada del mundo. Espero que me sigan apoyando, sufriendo y disfrutando con mis partidos. Y les digo que, así como soñé ganar el US Open, este recibimiento nunca lo soñé, superó todas mis expectativas. Buenas noches y hasta la próxima”.
Autores: Marcos Carena y Juan Ignacio Minotti