El conflicto comercial entre Estados Unidos y China se incrementó de manera ininterrumpida en los últimos meses. La decisión de los norteamericanos de imponer aranceles del 25% sobre las importaciones chinas, por valor de US$ 50 millones, tuvo como respuesta el mismo accionar de parte del país asiático, por lo que la brecha comercial entre ambos países comienza a quebrarse.
Además, el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, pidió a sus funcionarios del área de comercio que encontraran otros US$ 200 mil millones en importaciones chinas para colocar aranceles del 10% como retaliación por la decisión de China. Y ante una respuesta negativa, amenazó con otros US$ 200 mil millones en caso de que continúen tomando represalias.
A pesar del conflicto entre ambas potencias, el viceministro chino Wang Shouwen, estará dos días en Washington intentando reiniciar la relación comercial, cuando se reúna con el subsecretario del Tesoro, David Malpas.
El conflicto se basa realmente en el surgimiento de China en los últimos cinco años como un formidable competidor en términos de influencia económica y política, un aspirante al liderazgo tecnológico y un importante inversor mundial.
Bien se sabe que China es una potencia a nivel exportación y cada año evoluciona y agrega valor a sus productos. Además, siempre innovador, ha evolucionado en la tecnología y aumentado sus exportaciones un 30% respecto al último año. Su oponente comercial, Estados Unidos, no se hace aún la idea de que otro mercado pueda dar mejores resultados o ganancias que el otro por tal motivo la disputa entre ambos países comerciales recién comienza.
Ante un desacuerdo, las tasas e impuestos serán altos, pero habrá que esperar a la negociación entre los mandatarios para entender si realmente estos países quieren funcionar alineados o si prefieren soltarse uno con otro y ser independientes o exportadores/importadores de países en desarrollo.
Lo cierto es que el objetivo chino es desarrollarse aún más en el ámbito político, económico y tecnológico e intentar llegar a un acuerdo con Estados Unidos para evitar llegar a un conflicto comercial, sin llegar a provocar el recelo norteamericano.