Todo proceso tiene una de fecha inicio, la de Ricardo Gareca en la Selección peruana fue en marzo del 2015. Su llegada fue muy bien recibida en el mundo futbolero peruano pese a su mal desempeño en Palmeiras, el club brasilero del que provenía y en el que tuvo pocos partidos al mando (con más encuentros perdidos que ganados), a su inexperiencia en seleccionados nacionales y quizás obviando que Ricardo Gareca fue el verdugo que marcó el gol del empate a los 81’ en el último partido del grupo 1 en la fase de clasificación a la Copa del Mundo de México, entre Perú y Argentina. En ese mundial, Maradona se consagró como el Rey de Reyes y Gareca queda fuera de la lista del Dr. Bilardo a último momento (una herida que nunca cerró). Por esas vueltas que da la vida, y ahora siendo DT del seleccionado peruano de futbol, el tigre fue el protagonista principal y mayor responsable de que Perú vuelva a un Mundial después de más de tres décadas sin participaciones en la máxima cita, pasó de villano a héroe.
El cambio de chip
Perú se encontraba tan a la deriva después de siete fracasos en procesos clasificatorios, incluyendo cuando se quedaron fuera de Francia 98 por diferencia de goles tras ser goleado por Chile en Santiago, que el técnico argentino fue recibido con una expectativa que no estaba acorde a su palmarés. Pero su conocida personalidad, de perfil bajo, de trabajador incansable, su profesionalismo, son algunas de las características de DT que necesitaba la selección “blanquirroja”. El tigre Gareca llegó para cambiar el perfil de un seleccionado difícil de manejar (conocidos son los casos de indisciplinas de jugadores en procesos anteriores). “El método Gareca” fue claro desde el principio: seriedad, responsabilidad, compromiso y profesionalismo, entre otras cosas por supuesto.
El momento bisagra
La Copa América de Chile, su primera participación, donde alcanzó el tercer puesto tras perder contra la Roja en semifinales (selección que levantaría su primera Copa América, tras vencer a la Argentina en la final) fue quizás un espejismo de lo que estaba por venir, ya que si se miraba la tabla de las eliminatorias para Rusia 2018 el seleccionado peruano se encontraba en el octavo puesto con 8 puntos tras diez partidos disputados. Al poco tiempo, y como un guiño del destino, los puntos del TAS contra Bolivia por alineación indebida y la victoria en Asunción contra Paraguay, le dieron a Gareca y su selección el empujoncito que necesitaba para creer más en el sueño de mundial. El empujón fue clave para legitimar el proceso de restauración y transformación que venía impulsando el tigre desde su llegada.
¿Por qué restauración y transformación? «Es un equipo que tiene muchas jornadas de entrenamiento conjunto, con 40 días para la Copa América Centenario. La dirección funciona como un club, que se conoce mucho, con muchos automatismos y que ese club llamado selección peruana se podría decir que tuvo su pretemporada en esa Copa» fue lo que dijo el reconocido periodista deportivo peruano Pedro Canelo, sintetizando quizás el por qué de estas cuestiones.
Tres victorias consecutivas contra Uruguay, Bolivia y Ecuador, esta última en Quito, más el empate contra Argentina en la Bombonera y el empate con Colombia en Lima, habían dejado servida la clasificación de Perú al Mundial de Rusia, hecho que se consumó con la victoria en el repechaje contra Nueva Zelanda.
El Tigre Gareca es el máximo responsable de que Perú hoy sea una de las selecciones que participe en el Mundial, el protagonista de un sueño de todo el arco futbolero peruano, y el héroe de una historia que lleva más de 30 años con muchas frustraciones en los procesos de eliminatorias para los Mundiales.