Omar Narváez (53,200) fracasó en el intento de conquistar el título mundial gallo de la OMB al caer por puntos en 12 rounds ante el sudafricano Solani Tete (52,800), en una pelea realizada el sábado por la tarde en Belfast, Irlanda del Norte.
Antes de subirse al ring, el Huracán sabía que estaba ante una pelea tan difícil como histórica, ya que si ganaba se convertiría en el primer argentino en ser campeón en tres categorías distintas, pero para lograrlo debía destronar al dueño de la presea, más joven y más alto que él. Como era consciente de esta dificultad, los cuatro primeros asaltos fueron de estudio, se dedicó a recorrer el cuadrilátero y prácticamente no lanzó golpes. No así su rival, que desde larga distancia supo conectarlo escasas veces y aprovecharía durante toda la velada su mayor poder de alcance.
A partir del quinto, el argentino dejó ver una pequeña reacción. Pero apenas fue una muestra, ya que no dejó su postura conservadora y la mantuvo durante la totalidad de la contienda. Su mejor rendimiento se le vio en el quinto y octavo round, cuando pudo pegar algunos golpes, salir de la frialdad de la larga distancia y esbozar algunos contraataques; así y todo, no pudo nunca dominar al poseedor de la corona, que con un ritmo perezoso se supo siempre ganador.
De forma cansina se diluyeron los últimos minutos de la pelea. Narváez solamente podía apelar a un nocaut heroico, desenlace ajeno a su estilo, que nunca llegó. Sonó la campana y se le esfumó de sus guantes, casi sin sabor, una chance trascendental.
Ahora es momento del regreso a casa y del análisis. Pudo haber sido la última pelea del boxeador argentino con más defensas satisfactorias de un título mundial. Un epilogo engorroso y deslucido, aunque no opaca 17 años de su brillante trayectoria.
Foto: Clarín.
Darío Bonnin, Ivan Furman, Germán Roca.