Si hay algo para destacar de la década que transcurre, es decir, del 2010 hasta ahora, es la dinámica tecnológica que se está llevando a cabo a nivel global. En muy poco tiempo se fueron efectuando diversas modificaciones, avances e insertando nuevos productos que en un plazo muy corto sustituyeron grandes métodos de mercado. Éste es el caso del cine, un rubro que, si bien en sus detalles técnicos no mostró abundantes reformas, si las mostró en la manera de comercializar su manufactura. Algo muy parecido a lo que sucede con la industria literaria.
Si nos remitimos en el tiempo, solamente veinte años atrás, podemos ver una diferencia abismal en el método de difundir las películas. El elevado costo de cada VHS/DVD para la venta, sumado a la poca demanda de un título en particular, generó un mercado muy grande en la rama que tendía a alquilarle, por un determinado tiempo y un costo accesible, una película a un grupo familiar o persona. Esto era lo que hacían los videoclubes, además de vender los estrenos más recientes. El ícono y símbolo de ese mercado era la empresa norteamericana Blockbuster, una multinacional con sede en cientos de países que, además de comercializar películas, también hacia su negocio con los videojuegos. En el año 2000, la empresa cavó su propia tumba debido a que su sistema de multas motivó a que Reed Hastings, diera el primer paso para fundar Netflix, su jóven verdugo. Finalmente, y con un déficit extremadamente alto, el imperio norteamericano de películas decretó su quiebra en 2010 y dos años más tarde dejó de existir.
De todos modos, Blockbuster no era un monopolio. Varios emprendedores del medio local tomaron la iniciativa de emprender y abrir su propio videoclub con el afán de tomar un poco de espacio en el mercado que proponía el cine. La mayoría terminó de la misma manera, con una triste liquidación y con notables pérdidas. Quizás estos hechos se asemejen a lo que pasó y pasa con las humildes tiendas de libros, que por la digitalización de ejemplares y el gran poderío que tienen las grandes cadenas, encuentran también el debe de cerrar sus puertas y dejar sus libros en la calle.
Una figura nostálgica, y que da gusto para todos aquellos amantes del cine y lo «histórico», porque así se lo puede llamar, es el videoclub «Sólo cine» ubicado en la intersección de Avenida Corrientes y Rodríguez Peña. Su dueño Jorge, de 63 años, se encarga de llevar adelante aquella honorable labor y mantener el espíritu cinéfilo encendido, tanto a gustos internacionales como nacionales en la dura etapa que transita. Él le brindó una entrevista exclusiva a Pirámide Invertida:
-¿Cuánto tiempo de vida tiene el videoclub? ¿Sos el único dueño o tomaste las riendas cuando ya estaba activo?
-Yo fui el primero que arrancó con el proyecto y lo pude concretar. El negocio abrió las puertas hace 23 años, en el año 1994.
-¿Hay mucho movimiento últimamente o las ventas están paradas?
-Algo se vende, más o menos, trato de no desesperarme y más a mi edad. Hay días en los que se complica, pero otros en los que va bien. Por lo general, los días que están próximos a los fines de semana es cuando mayor rango de ventas hay. Pero como te digo, más o menos algo se vende.
-¿Cuál fue el auge de tu negocio? ¿Qué años fueron la cumbre a nivel rentabilidad y popularidad?
-Y, aproximadamente, del año 2003 al 2007. Antes de eso pasamos algunos años muy duros que casi se ponían insostenibles, pero el rubro comenzó a repuntar. Le agradezco a los movimientos políticos de aquel entonces porque, de alguna manera, lograron estabilizar la economía y eso ayudó mucho. Para mí si fue una década ganada.
-¿Considerás que el desembarco de Netflix y otras plataformas en la Argentina traen consecuencias?
-Se habla mucho de eso, pero la realidad es que no es tan así, nos afecta muy poco porque acá tengo muchos estrenos, en formato Blu-Ray y demás que no se encuentran en Netflix. Además, yo comercializo filmes de origen nacional que no llegan a esas plataformas.
-¿Cuál es la película o género que más sale? Tanto por venta o por alquiler.
-No hay un título que te pueda decir, se llevan varios. Quizás, lo que se me viene a la mente ahora, es «Casablanca» o «Lo que el viento se llevó». Las películas clásicas son las más demandadas y, generalmente, también, salen mucho las de producción nacional porque somos de los pocos que las comercializa.
No quedan dudas de la pasión que tanto Jorge como los dueños y emprendedores de los pocos videoclubes sobrevivientes que quedan a lo largo de Buenos Aires, le ponen a su oficio. Además, saben que son vitales para el buen progresar de la industria nacional y eso los motivo a abrir su negocio cada día con un objetivo en mente, transmitir cultura a la sociedad y sobrevivir ante el mundo virtual.
Foto: La Nación
Elías Cardozo Bernal