Los filtros de las redes sociales permiten a los usuarios modificar su apariencia de maneras que van desde sutiles mejoras hasta cambios drásticos. Estos filtros pueden hacer que la piel luzca más suave, los ojos más grandes o el rostro más delgado. Para muchos jóvenes, la capacidad de presentarse con un aspecto «ideal» puede resultar atractiva. Sin embargo, esta representación distorsionada de la realidad puede generar expectativas poco realistas sobre la apariencia personal.
La exposición constante a imágenes filtradas puede tener efectos adversos en la autoestima de los jóvenes. Al comparar su apariencia real con las versiones idealizadas que ven en las redes sociales, pueden comenzar a desarrollar una imagen corporal negativa. Este fenómeno, conocido como «comparación social», puede llevar a sentimientos de inseguridad y ansiedad, y en algunos casos, incluso a trastornos alimentarios o problemas de salud mental.
Con el tiempo, el uso de filtros se ha normalizado en la cultura juvenil. Muchos jóvenes pueden llegar a creer que las versiones filtradas de sí mismos son más aceptables o deseables que su apariencia natural. Esto crea un ciclo vicioso: cuanto más se usa un filtro, más se refuerza la idea de que la «realidad» presentada es la única forma válida de verse. La presión por mantener esta imagen puede ser abrumadora, llevando a los jóvenes a depender de los filtros para sentirse cómodos al compartir contenido.
Los influencers juegan un papel crucial en esta dinámica. Al exhibir imágenes cuidadosamente curadas y alteradas, contribuyen a la creación de estándares de belleza poco realistas. Muchos jóvenes, al idolatrar a estas figuras, pueden sentir que deben cumplir con estos estándares para ser aceptados o valorados socialmente. Esta influencia puede extenderse más allá de la estética, afectando la manera en que los jóvenes ven sus vidas en comparación con las de los demás, generando un sentimiento de insuficiencia.
La cultura de los filtros también plantea preguntas sobre la autenticidad en las redes sociales. Mientras que algunos defienden el uso de filtros como una forma de creatividad y autoexpresión, otros argumentan que pueden desvirtuar la realidad y desincentivar la aceptación de uno mismo. La búsqueda de la autenticidad se vuelve compleja en un entorno donde la mayoría de las imágenes están alteradas y la verdad es a menudo camuflada detrás de una capa de edición digital.
Es fundamental fomentar un diálogo abierto sobre el uso de filtros y su impacto. La educación sobre los efectos de las redes sociales en la percepción de uno mismo puede ayudar a los jóvenes a desarrollar una relación más saludable con estas plataformas. Promover la aceptación de la propia imagen, junto con la idea de que la imperfección es parte de la humanidad, puede ser una forma efectiva de contrarrestar el impacto negativo de los filtros.
Las redes sociales, a través del uso de filtros, presentan un doble filo para los jóvenes. Si bien ofrecen una plataforma para la creatividad y la autoexpresión, también pueden contribuir a una visión distorsionada de la realidad y a problemas de autoestima. Es crucial que tanto los jóvenes como los adultos comprendan estos efectos y trabajen juntos para promover una cultura de autenticidad y aceptación, donde la belleza real, en todas sus formas, sea valorada y celebrada.
Valentina Viva, 2° A TT