El 20 de septiembre de 1984, el escritor Ernesto Sábato le hacía entrega en mano al flamante presidente Raúl Alfonsín un informe realizado por la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep). La misma estaba instalada en el Centro Cultural San Martin desde fines de diciembre de 1983. Consistía en una recopilación de datos surgidos a partir de testimonios de víctimas del terrorismo de estado, llevado a cabo por la dictadura cívico-militar, instaurada entre los años 1976 a 1983.
La Conadep se propuso investigar los crímenes perpetrados por el gobierno de facto, como así también su modus operandi, el cual no distinguía como víctimas entre hombres y mujeres, sea cual fuese su edad, ocupación o clase social, como así también, victimizar a menores. Del mismo modo se tratará de dilucidar qué ocurriría con los alcanzados por la triste figura de “desaparecido”. Fue así que resultaba necesario encontrar a su asesino y el destino del cuerpo.
A la vez que el escritor entregaba el documento, en Plaza de Mayo unas 70.000 almas se manifestaban en respaldo. Ya la muchedumbre estaba enterada de todas las atrocidades perpetradas por el gobierno saliente, así que había en el ambiente una mezcla de entusiasmo, indignación e ilusión hacia el futuro, más allá de que, aunque existía una dosis de temor por la vuelta inmediata de los militares al poder, esta vaga sensación no acalló la esperanza y los cánticos reprobatorios a los genocidas.
Esta comisión no la tuvo para nada fácil. El gobierno no recibió el apoyo del PJ en su conformación, tampoco actuaron los Organismos de Derechos Humanos con el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, como así tampoco participaron las Madres de Plaza de Mayo, con Hebe de Bonafini a la cabeza. Sumado a esto, la endeblez de un gobierno recién asumido y Antonio Tróccoli, ministro del interior al cual no se lo veía conducir esta investigación con demasiada enjundia, pero así y todo se siguió adelante y con una gran actuación de Graciela Fernández Meijide, René Favaloro, el rabino Marshall Meyer y la periodista Magdalena Ruíz Guiñazú, entre otras personalidades, se terminó entregando un informe demoledor.
El tema se hizo masivo gracias a un documental transmitido por Canal 13 el 4 de julio. En él se incluían ocho testimonios de sobrevivientes de los centros clandestinos de detención en donde la dictadura albergaba, torturaba, vejaba y asesinaba a decenas de miles de personas. Pero la emisión del programa no fue nada fácil de llevarse a cabo, debido a la presión de los medios castrenses, amenazas y la polémica postura del ministro del interior. Mientras el programa estaba al aire, un grupo de encapuchados arrojó una bomba de estruendo, sin mayores consecuencias.
El ideólogo de realizar un documental fue el rabino Meyer, quien propuso producir un documento audiovisual, el cual sería algo contundente y popular. Aceptada la idea, se encargó la tarea a Magdalena Ruíz Guiñazú, junto a Gerardo Taratuto, un abogado clave para la redacción del informe final. La resolución de que el programa saliera a las 22:00 hs, en horario central, intranquilizaba al gobierno, que temía represalias del sector militar y de familias patricias afines. Muchos optaban por el olvido y perdón debido a la fragilidad del gobierno, pero a pesar de estas presiones, el programa salió al aire y logró su objetivo: el poder de las imagines fue contundente para concientizar a la sociedad en su conjunto.
Con un arduo trabajo que implicó nueve meses y apoyado en el categórico resultado del documental emitido, Sábato, como miembro que presidía la Conadep, leyó frente a Raúl Alfonsín las conclusiones a las que se habían arribado, en donde contó con lujos de detalles el deleznable accionar de las fuerzas armadas, que una importante porción de la sociedad desconocía. Una vez concluida la lectura, se entregó el informe en mano al presidente, formulando la frase que quedará grabada para el resto de la historia argentina: ¡Nunca Más!
Carlos Guillermo Vega, 2°A TT