Parece irónico que el 10 de diciembre, a 40 años de la asunción de Raúl Alfonsín que dio fin a la dictadura más sangrienta de la historia argentina, asuma una fórmula que niega los crímenes que cometió el ejército entre 1976 y 1983, que cuestiona el número de víctimas y sostiene que “se cuenta una versión tuerta de la historia”.
Victoria Villarruel proviene de una familia de militares involucrados en la dictadura de 1976. Su padre, Eduardo Villarruel participó del Operativo Independencia, el inicio del terrorismo de Estado; mientras que su tío, Ernesto Villarruel, fue detenido en 2015 por los crímenes cometidos en el centro clandestino El Vesubio.
La vicepresidenta electa expresó abiertamente su negacionismo de la dictadura. Se conoce que organizaba visitas a la casa de Jorge Rafael Videla, cuando el genocida cumplía la prisión domiciliaria. Además, su nombre figura en el cuaderno en donde el represor Miguel Etchecolatz planificó su estrategia para el juicio de 2006.
En numerosas ocasiones tuvo declaraciones negacionistas. “Son 17 hectáreas que podrían ser disfrutadas por todo el pueblo argentino, sobre todo porque en su momento estaban destinadas a ser escuelas”, dijo en una entrevista, sosteniendo que el Museo de la Memoria, ubicado en la ex ESMA (que funcionó como el principal centro clandestino) podía ser utilizado con fines recreativos. También sostuvo que “hacer pintadas de los 30 mil en un jardín de infantes es como pintar a Barney en un cementerio”, como si hacer un cartel por la memoria fuese algo desubicado.
Chiara Montanini