En Argentina el fútbol es un deporte que si bien no es el nacional, es indudablemente el más popular y el que genera más emociones en su gente, y aunque también ocurre en otros lugares del planeta, en ninguno como en este país. Una prueba de esto son las millones de personas que colmaron el obelisco y sus alrededores con la llegada del plantel campeón del mundo en Qatar luego de 32 años de sequía, en diciembre del 2022 con un récord a nivel mundial, o también las multitudinarias movilizaciones cada vez que un equipo argentino juega tanto de local como en condición de visitante en el exterior, sea donde sea, como ocurrió con Boca en el marco de la final de la Copa Libertadores en Brasil, en donde muchos de ellos quedaron afuera del Maracaná y gastaron tiempo y dinero para verlo por una pantalla de televisión como cualquier otro en la comodidad de su hogar. Muchas veces se habla de la pasión inexplicable, por estas cosas positivas como esto último mencionado, pero también por agresiones, canciones fuera de lugar y hasta enfrentamientos que muchas veces culminaron en muerte. Es así como es necesario mencionar que parte de la cultura futbolera es actuar en masa, con comportamientos inusuales, y más teniendo en cuenta que se trata sólo de un deporte. Por ejemplo, los viajes en conjunto de miles de kilómetros para ver un partido en un estadio con endeudamientos, peleas en grupos, insultos, entre otras, se explican en gran parte por sentirse contenidos en la masa, cuando en realidad resultaría muy difícil llevar a cabo todas estas acciones de manera individual, sin un contexto y sin ser «parte de algo». De hecho esa misma violencia es lo que ocasionó que ya desde hace varios años los visitantes no puedan concurrir por el campeonato local.
A pesar de esto no todo es negativo, existe también en el pueblo argentino la costumbre, por ejemplo, de reunirse en lugares y casas para disfrutar de un partido, sobre todo en mundiales donde la unión es más fuerte, aunque se extiende además el ámbito local, y muchos llantos y alegrías entre las personas tiene que ver con lo que ocurre en 90 minutos, y el humor de toda una semana puede depender de ello, y generalmente se atraviesa con seres queridos que comparten ese sentimiento. Esta pasión muchas veces hace que en Argentina se crea que de este deporte se sabe mucho más que en cualquier otro lugar del mundo, y no simplemente por los éxitos y títulos conseguidos a lo largo de la historia tanto a nivel continental como global, sino justamente por cómo se vive, lo que se deja de lado (familia en algunos casos) para poder ir a la cancha, el sufrimiento que genera y también las alegrías. Puede pensarse que se trata de algo sin ningún tipo de sentido en relación a lo verdaderamente importante en la vida, pero hay otra cosas que explica todo esto: la realidad que se vive, tanto política, social, económica, etc. hacen que las personas se alejen de la situación del país y se aferren a lo que ocurre fin de semana tras fin de semana, como una especie de distracción por todo lo que se atraviesa hace varios años, que llevó a que el fútbol (en un país de por sí apasionado) se vuelva más importante e incluso imprescindible en el día a día aunque pueda soñar extraño, porque si bien no es en el único lugar en donde las cosas están muy mal, sólo en esta parte del planeta 11 contra 11 pateando una pelota pueden levantar las pasiones que levantan, tanto para bien como para mal, incluso sacando a la gente de su eje, haciendo y diciendo cosas que en otro contexto le resultarían ajenas. El deporte se ve atravesado por la realidad desde hace mucho tiempo, el gol de Maradona a Inglaterra teniendo en cuenta lo vivido en Malvinas es una muestra de esto, aunque a simple vista no tengan ninguna relación, en Argentina adoptó otro significado y dejó de ser sólo fútbol, tal y como ocurre actualmente, aunque sin un episodio tan marcado como el de 1986. Como dice la canción de La T y La M: «Esta locura no la traten de entender, no tiene cura».
Lucas Levy