En mayo de 1993 se lanzó en todo el mundo Modern Life is Rubbish, el segundo álbum de la banda inglesa Blur que nació como respuesta al grunge estadounidense y trató de hacer renacer el clásico sonido del pop rock británico de los años sesenta.
A pesar del moderado éxito que significó su disco debut Leisure, la propia banda manifestó que se sintió insatisfecha con las letras y sonido final de aquel primer álbum. Al mismo tiempo el conjunto vio como prontamente el escenario del medio les tendía un cambio radical, luego de que regresaran de una decepcionante gira musical por Estados Unidos (en dónde esperaban ganar cierto reconocimiento) con presentaciones en vivo escasamente concurridas y una pronunciada disminución en su popularidad dado el rápido ascenso de otras bandas como Suede.
Es que por aquellos años de principios de los noventa en gran parte del mundo, y especialmente en Norteamérica, había estallado la fiebre del grunge y bandas como Nirvana, Pearl Jam o Soundgarden eran cada vez más solicitadas por productores y empresas discográficas del momento.
Sumado a ello, la posibilidad de ser desafectados del sello discográfico Food Records si no lograban un cierto éxito con su próximo trabajo provocó que el vocalista y líder del grupo, Damon Albarn, lleve a cabo un cambio de imagen radical. Es así que fuertemente influenciados por el sonido de guitarras de bandas británicas de los sesenta como The Kinks o Small Faces esperaban dar un golpe en la escena musical occidental.
Las letras de Albarn para este nuevo proyecto son comentarios sociales y una sátira sobre la vida contemporánea en los suburbios ingleses. Si bien el álbum celebra la vida británica moderna, también ofrece una mirada cínica a la existencia de la clase media. Las canciones escritas por el cantante para el álbum como destacó el periodista David Cavanagh tienen un «humor mordaz al estilo Ray Davies hurgando en los sueños, tradiciones y prejuicios de la cultura inglesa”. En cierto modo, también fue una respuesta con represalia a la cultura popular estadounidense. En referencia a esto, el bajista del grupo Alex James explicó más tarde que “era jodidamente aterrador lo americano que se estaba volviendo todo”.
De esta manera el sonido característico de Modern Life Is Rubbish estuvo muy influenciado por el pop tradicional de bandas británicas como The Kinks, Small Faces, The Jam, y The Who. En el mismo se pueden encontrar diferentes piezas musicales que exploran varios estilos, desde el punk rock (“Advert”), la neopsicodelia (“Chemical World”) y el music hall (“Sunday Sunday”).
Pese que al principio no fue un éxito comercial inmediato, más tarde, con el correr de los años recibió una aclamada crítica significativa y muchos se refieren al álbum como un punto de inflexión en la carrera de la banda. Con él se sentaron las bases para el éxito posterior del grupo y su impacto en la música británica.
Es muchas veces señalado como uno primeros lanzamientos definitorios de lo que sería finalmente el denominado britpop, un género musical que se apoderaría de la escena pop de Gran Bretaña de mediados de los años noventa. Y así mismo, terminaría siendo una muestra de lo que sería el siguiente álbum de la banda, apuntado comúnmente como la obra maestra del grupo, Parklife.