El Braille, por su definición, es el sistema de lectoescritura táctil para las personas ciegas, y su par, la Signografía Musical o simplemente Musicografía Braille, es la adaptación de este lenguaje a la música, iniciando con los caracteres típicos de este léxico y su correspondencia con las notas musicales.
La adaptación del sistema original hacia el lenguaje de la música utiliza la misma lógica: la combinación de puntos, de modo que facilite la interpretación de cada una de las notas. Su primera edición fue realizada por Valentin Haüy, director del primer Instituto para Jóvenes Ciegos de París, para que en el año 1829, el mismo Louis Braille, reformulara el sistema que seguiría en vigencia hasta nuestros tiempos.
SISTEMA DE ESCRITURA
Para escribirlo, se debe tomar del alfabeto braille, desde la letra “D” hasta la “J” para simbolizar las notas: do, re, mi, fa, sol, la y si. El silencio también consta de su combinación de puntos. Cada conjugación de puntos refleja una figura y una nota, al mismo tiempo. Las celdas, como se les denomina, están compuestas por por los puntos 1, 2, 3, 4, 5 y 6; se alinean de arriba abajo y de izquierda a derecha, donde cada uno se puede combinar con el otro, siendo que puede haber signos de un punto, de dos, de tres o de varios a la vez.
La primera diferencia con la escritura en tinta es que no hay pentagramas, es decir que la referencia se deja, de cierta forma, a los índices acústicos, siendo estos el número que junto a la nota indica la octava de la figura.
Aunque formalmente esta técnica ha evolucionado, ciertamente no es común encontrarse con docentes que conozcan este sistema, como así también, el material didáctico es escaso. Y desde este punto, los pocos programas de formación profesional que lo implementen.
Para ello, se le consultó al respecto a Eduardo Sasiain: Maestro de Educación Musical y Técnico Superior de Música.
Eduardo comenzó con la musicografía en braille por casualidad y causalidad al encontrarse con una pareja de invidentes en la estación de tren, siendo estos últimos, estudiantes del Conservatorio Superior de Música “Astor Piazzolla”. Al lograr ponerse en contacto con la profesora de estos alumnos, empieza su divertida y gratificante experiencia en esta área.
Al ser consultado sobre su opinión acerca de cómo es esta esfera, el afirma que es un ámbito que cuenta con muy poca gente que se dedique a esto, un nicho muy chico de profesionales que sepan de música y que sepan realizar la transcripción al braille, como así también, un nicho muy grande de gente que lo necesita.
A raíz de esto, realiza una comparación a la inversa: “Imaginate que vos querés estudiar periodismo. Sos una persona que puede ver y cuando comenzas la carrera, te dicen que no hay material de lectura porque está todo en Braille”. Destacando la importancia de la necesidad del personal para realizar estas tareas de adaptación de textos, para que no exista analfabetismo en ningún círculo.
Al contar y reflexionar sobre su camino de aprendizaje en la materia, la califica como algo que llena el alma, muy complicado y difícil, pero apasionante. A la fecha, además de dirigir el Coro Esnaola donde también practica la docencia, Eduardo es partícipe y realiza Jornadas y Congresos de Música en Braille para aprender, transcribir, reír e incluir a las aulas a todos aquellos que realmente lo necesitan, y de esta forma vivir experiencias en formato sonoro sin limitaciones, mientras que también se fortalecen el resto de los sentidos.
Porque la educación, además de tener que ser un proceso amplio y enriquecedor, debe ser inclusivo y no diferir en si el alumno es vidente o no. Además de ser necesaria para el estudiante, también debería de serlo para el docente. En este caso, Eduardo con esta metodología, hace uso de ella como un medio de autoexpresión y de comunicación que hasta supera a los convencionales. Formarse debe ser un desafío y no una carrera de obstáculos. Educación y accesibilidad a través de la Musicografía en Braille.
Matías Del Duca