Seguramente mucho te han contado tu padre o madre, o quizás tus abuelos o abuelas sobre lo sucedido durante la última dictadura que ha atravesado nuestro país, porque a ellos les tocó vivirla, pero por más fuerza que hagas en imaginarlo, nunca vas a sentir en carne propia lo que realmente estaba pasando en nuestro país; es por ello que al enterarte del estreno de “Argentina, 1985” decidís ir a presenciar un film que te traslade por un instante a comprender ese momento.
Como la productora no acordó con las grandes cadenas, buscaste ese cine de barrio al que ibas de chico, ese cine al que te llevaban tus abuelos o tus viejos pero al llegar sentís que no vas a ver una película más. No es la típica salida del fin de semana con tu pareja, sino que te das cuenta que llegó el día en el que los jóvenes llevan al cine a sus abuelos. Mientras hacés la fila mirás a tu alrededor y no son todas parejas haciendo la previa de una noche de pasión, hay familias enteras y hasta personas mayores en soledad pidiéndote una mano para retirar la entrada en esas terminales tan modernas que reemplazaron las boleterías. Luego de una breve espera, ayudás a una señora mayor a encontrar su butaca en la oscura sala y te sentás en tu lugar.
La dictadura comenzó oficialmente el 24 de marzo de 1976 con el siguiente comunicado: “Se comunica a la población, que a partir de la fecha el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta Militar. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial. Así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones”. La Junta Militar que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón estuvo compuesta por Jorge Rafael Videla, Teniente General, Comandante General del Ejército; Emilio Eduardo Massera, Almirante, Comandante General de la Armada; Orlando Ramón Agosti, Brigadier General, Comandante General de la Fuerza Aérea y por supuesto que ellos no lo llamaban dictadura, lo llamaron “Proceso de Reorganización Nacional”.
El 30 de octubre de 1983 nuestro país recuperó la democracia, ese día se llevaron a cabo los comicios que dieron como ganador a Raúl Alfonsín, quien asumió su cargo de presidente de la Nación el 10 de diciembre. Pero eso no alcanzaba para ponerle fin a lo que el país había atravesado, por lo que una de las primeras acciones del líder radical fue firmar los decretos de creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), para poder investigar las violaciones a los derechos humanos ocurridas entre 1976 y 1983 y una vez recibida la investigación, ordenó que se juzgue a los principales responsables de la dictadura en lo que se conoció como el Juicio a las Juntas.
Dado que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas llevaba más de seis meses sin avances, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal fue designada como tribunal revisor y ante ellos se llevó a cabo el proceso. Julio Cesar Strassera, de profesión abogado, fue el fiscal a cargo, mientras que Ricardo Darín es quien le dio vida en la pantalla grande y transmitió lo que significó para el jurista estar a cargo de, como lo denomina el film, el juicio más importante después de los procesos que juzgaron los crímenes de guerra cometidos durante la Segunda Guerra Mundial, conocidos como los Juicios de Núremberg.
Cuando el fiscal emprendió la misión de conformar su equipo de trabajo, se topó con algunos colegas que estaban alineados a las esferas militares y por obvias razones decidían no formar parte, mientras que otros se negaban a participar en el proceso por el miedo que generaba una situación de tal magnitud, más aún porque continuaba la presencia de actos de terrorismo y atentados aún después de ponerle fin a la dictadura a través del acto democrático.
Finalmente Strassera encontró lo que buscaba en un grupo de jóvenes en el que no todos eran precisamente abogados recibidos, algunos aún eran estudiantes y otros simplemente eran empleados judiciales pero demostraron estar dispuestos a hacer historia. Luis Gabriel Moreno Ocampo, interpretado por Peter Lanzani, fue el fiscal adjunto de la causa y el grupo lo completaban Sergio Delgado, Nicolás Sissini, Adriana Gómez, Carlos Somigliana, Nicolás Raini, María del Carme Tucci, Judith Konig y Lucas Palacio, a quienes se le sumaron Mabel Colalongo y Javier Scipioni desde la Conadep. En sus manos estuvo la labor de recabar toda la información relevante para demostrar que la dictadura fue un plan de alcance nacional, coordinado y con responsabilidad de las distintas fuerzas. Viajaron por todo el país recorriendo los centros clandestinos de detención, recogieron testimonios de testigos y entrevistaron tanto a sobrevivientes como a familiares de desaparecidos para reunir la mayor cantidad de pruebas posibles. De gran ayuda fue la Subsecretaría de Derechos Humanos creada en enero de 1984, organismo que se encargó de recibir e investigar toda denunciada relacionada con la violación de los derechos humanos.
El fiscal a cargo de la causa decidió reducir el gran caudal de material recolectado y presentó 709 casos, de los cuales el tribunal examino 280. Desde abril hasta agosto de 1985 se llevaron a cabo las audiencias públicas, duraron poco más de 500 horas que fueron filmadas en casi 150 cintas. Se llevaron a cabo en la Sala de Audiencias del Palacio de Justicia de la Nación, donde 833 personas dieron testimonios desgarradores de lo que fueron esos años fatídicos, mientras que los jerarcas militares se limitaban a leer libros como si nada estuviese pasando.
Durante el juicio pudo comprobarse que la dictadura fue un plan orquestado donde existió la represión, detenciones ilegales, privación ilegítima de la libertad en centros de detención clandestinos, violaciones, robos, desaparición física de detenidos, asesinatos, extorsiones, torturas; todo esto y más atrocidades fue lo que expuso en su alegato el fiscal Julio Cesar Strassera entre el 11 y el 18 de septiembre de 1985, donde además hizo hincapié en la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido, sino en la memoria y que cerró con una frase que aún perdura en todos los argentinos y argentinas: “Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: ‘Nunca más’”.