Transcurren minutos de la media noche del sábado primero de octubre de 2022 y el Más Monumental es un hervidero. Pasaron exactamente cinco años de la última actuación de Guns N’ Roses en Argentina y las casi setenta mil personas que agotaron los tickets aún eran cautivas del éxtasis que les provocó la banda Angelina. Todavía resuenan los últimos acordes de “Paradise City” y Axl Rose corre de punta a punta del escenario y agita sus brazos por breves segundos. El cantante de 60 años acaba de dar un concierto que alcanzó tres horas de duración y lo hizo con una sólida actuación. Es que muchos y muchas, los más y menos allegados a la actualidad del nacido en Lafayette, Indiana, tenían una pregunta común cuando supieron que vendría la banda: “Che, ¿qué onda? ¿Cómo está Axl?”.
Esa duda que carcomía el inconsciente de muchos fanáticos tenía, en cierta medida, donde sustentarse. Si bien Guns N’ Roses retomó hace meses su actividad regular post pandemia, el líder experimentó problemas en su garganta en los últimos meses. Eso lo llevó, por ejemplo, a cancelar una actuación en Escocia en julio pasado y a tener que recurrir a un registro de barítono para cantar en varios conciertos del verano europeo, algo no común en su desempeño habitual. En cuanto a la gira sudamericana, estuvo un mes dando shows en Brasil y hubo altibajos: La transmisión vía streaming del Rock In Río no pregonaba buenos augurios. Pero realidad mata Youtube. Quizás los tres días de descanso entre la actuación en el Arena Do Gremio y la de River hicieron que Rose concretara un correcto desempeño considerando su actualidad.
EL HOMBRE DE LAS ROSAS
Axl Rose estuvo de excelente humor. Caminó, corrió y abarcó el escenario como siempre y coqueteó con las personas cercanas de la valla como pocas veces: saludó con su mano, regaló miradas y sonrisas y hasta se dio el lujo de recoger un habano y lo puso en su boca. Muy suelto y de buen semblante, cambió más de remera y campera que de humor. Conociendo sus antecedentes, no es algo menor, incluso teniendo que convocar a su amigo y tour manager del grupo, Del James, para oficiar de traductor y pedirle al público que diera dos pasos hacia atrás para que nadie se lastimara. Tuvo momentos de look rockero furioso y otros donde mutó en “Elton Rose”, debido a la similitud entre los sacos satinados y brillantes elegidos por él y los que usa su ídolo Elton John. Lo que sí vale resaltar si hablamos de estética es que “acepta” su presente: en lo que duró el show casi no usó sombrero ni bandana, se mostró natural, sin bigote o nada que oculte su imagen. Su rostro es el de una persona de sesenta años, que luce una figura acorde. El misterioso Axl Rose ya no se esconde y su entrega es total, incluso en los momentos en donde no llega a completar performances demandantes como sus canciones. La rompe en “Reckless Life” y “Shadow Of Your Love” y tiene más dificultad en “You Could Be Mine” y “Better”.
THEY’RE FUCKIN’ BACK
Las entradas para el 30 de septiembre en River salieron a la venta y se agotaron cuatro meses antes. La promoción del show fue cuasi nula, los promotores hicieron la plancha y durmieron sin frazada. Tanto que, a diferencia de los otros shows de la gira, la banda de apertura fue confirmada días antes. Al igual que en 2016, Airbag fue la encargada de calentar los motores para la octava presentación de Guns N’ Roses en Argentina. La lista de canciones elegida por el grupo esta vez tiene varias cosas para resaltar. El comienzo siempre es para calentar motores: La tríada “It’s So Easy”, “Mr. Brownstone” y “Chinese Democracy” sirven para saber cómo viene la mano. Contundente y puntual inicio con tres jabs al estómago.
Acto seguido se animan a revivir a Velvet Revolver, la banda que Slash y Duff McKagan formaron junto a Scott Weiland, con una agridulce versión de “Slither” y luego el estallido, tras la intro del icónico violero de la galera de “Rumble”, del fallecido Link Wray, los acordes de “Welcome To The Jungle” sacudieron por completo todo River. Son esos momentos que sirven para darte cuenta de que estás vivo. Así lo hizo saber el staff de la banda, publicando en sus redes oficiales varios videos grabados desde el escenario. Allí mostraron el preciso momento donde explotaba la canción y las imágenes reflejan el instante exacto donde la comunión de los músicos y la gente es total. Setenta mil personas disfrutando nada más que de la música, como sostuvo Juan Alberto Badía en aquella trasmisión oficial que hizo Telefé.
Si bien no hubo material nuevo, clásicos “olvidados” como “Reckless Life”, “Shadow Of Your Love”, single promocional del box homenaje a los 30 años del “Appetite For Destruction” publicado en 2018 tuvieron su debut en Argentina, con una tibia recepción del Más Monumental. “Rocket Queen” y “You Could Be Mine” exigente para Axl Rose, al punto que finalizadas estas canciones va tras bambalinas y le cede el micrófono al Duff McKagan. El bajista no se remitió solamente a pudrirla con “Attitude” de los Misfits. Esta vez no fue solamente palo y a la bolsa, sino que Duff –que utilizó el bajo Fender que le fabricó especialmente la lutier tandilense Guada Pásty– jugó con el público y los hizo corear un ratito.
El descanso del cantante tiene sentido, quema varios cartuchos en lo más novedoso de la lista. “Absurd” y “Hard Skool”, los últimos lanzamientos de la banda, suman su primera vez en vivo en estas pampas. La segunda mitad de la lista fue repleta de clásicos en piloto automático, pero no con menos épica y emoción. Tras un breve descanso y pasadas las dos horas de show, el grupo que completan Dizzy Reed en teclados, Frank Ferrer en batería, Richard Fortus en guitarra y Melisa Reese en teclados y coros decide tocar su página más extensa, “Coma”. Este tanque de diez minutos y dieciséis segundos sin estribillo que corona el “Use Your Ilusion I” pone en aprietos vocales a Axl, pero los muestra disfrutándola a pleno. Luego del sacudón, bajaron a tierra y Slash, Duff y Richard Fortus, instrumentos electro acústicos en mano, tributaron a Los Beatles punteando “Blackbird” e introdujeron dos baladas como “Patience” y “Don’t Cry”. El final, como siempre, fue con “Paradise City”, aunque esta vez sin fuego, confetis y tampoco pirotecnia. Un final estridente pero austero.
MITAD HOMBRE, MITAD BESTIA
Aunque Axl Rose es quien quizás tenga mayor magnetismo, es imposible concebir esta reunión de Guns N’ Roses sin Slash en la guitarra. La performance de Saúl Hudson a lo largo de las tres horas es descomunal. Hubo algún pifie y cosa del vivo, es así, pero parafraseando a Gabriel Medina en Los Simuladores cuando describe las habilidades de Franco Milazzo, Slash es el mejor con Les Paul, con la BC Rich, con la Epiphone Firebird, y también con la Gibson doble mástil. El surtido de guitarras utilizado por el inglés demuestra su desdoble y habilidad para sacarle sonido a cualquier cosa que tenga cuerdas. Por si fuera poco, termina el show y se para sobre sus manos como hacía a los veinte años.
Así pasó un nuevo concierto de Guns N’ Roses en Argentina. A diferencia del show de 2017, donde hicieron posible que The Who tocara por primera y única vez en el país, la actuación fue total en todo sentido. Y una vez más tuvo que ser en River, donde brindaron sus mejroes conciertos en aquellos lejanos años dorados. Si alguien tenía dudas, al igual que los Ramones y un apenas un puñado de artistas más, el grupo tiene un lugar asegurado en el corazón de los rockeros.
Damián Basile