Esperanza, como se la ha apodado públicamente ya que prefiere preservar su identidad en el anonimato, tiene una particular historia. El 16 de noviembre pasado la prestigiosa publicación internacional Annals of Internal Medicine publicó un trabajo realizado por investigadoras e investigadores de la Argentina y Estados Unidos bajo el título «Una posible cura esterilizante de la infección por VIH-1 sin trasplante de células madre«.
Todo esto nació desde un caso que le generó dudas a un médico y que se lo llevó a dos analistas argentinas, Natalia Laufer y Gabriela Turk, que comenzaron a investigar.
Ambas pertenecen al Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (Inbirs), el cual depende del Conicet y la Universidad de Buenos Aires (UBA), y actualmente llevan el caso con la colaboración de la paciente.
Esperanza, apodo también elegido por la ciudad de la cual es oriunda, demostró su interés en la causa y está a disposición de los médicos para toda investigación necesaria, pensando en ser de utilidad para futuros casos e ilusionada con un avance ante el Virus de la inmunodeficiencia humana.
Con 30 años, es madre y espera por su segundo hijo, y declaró: «Me gustaría mucho que sea de ayuda para cambiar el paradigma de lo que se entiende por VIH, socialmente hablando. Me gustaría también que sea un punto de partida para generar más información sobre casos como el mío«.
Y también propone esta lucha, un avance social en cuanto al estigma y la diferencia entre VIH y el Sida que pocas veces se comprende.
Esperanza es una de las dos personas que han podido superar este virus sin la necesidad de medicamentos, logrando una cura esterilizante sin traspaso de células madre.
El otro antecedente es de una mujer en San Francisco; los casos se denominan «controladores de élite excepcionales». Son personas que, sin tratamiento ni trasplante de médula ósea, logran controlar y eliminar de su organismo el virus, ya que de los múltiples estudios que se le realizaron solo se lograron encontrar siete copias del virus defectuosas, es decir, virus sin capacidad de replicarse ni infectar. «La definición que se está usando para estos casos es ‘cura esterilizante’ e implica que no se logra encontrar virus activo en más de 1500 millones de células analizadas. Ahora bien, para decir que está curada en los términos convencionales deberíamos analizar todas las células de su cuerpo y esto es imposible«, explicaron las investigadoras argentinas.
Esta historia, que puede ser un punto de partida médico y social, también tiene otro aspecto motivador. Esperanza, que cursa su segundo embarazo, tiene la seguridad de que ninguno de sus hijos contrajo el virus, ni ningún tipo de problemática del tema en cuestión.
«Fue muy angustioso en un principio. La vida me dio un sacudón de un minuto a otro. En 2013 recibí un llamado telefónico de mi expareja en el cual me dijo que le habían dado el resultado de infección por VIH y que además estaba en un estadío avanzado. Fue un antes y un después en mi vida, procesar lo que tenía mi expareja, entender por qué me estaba tocando vivir esto a mí y, como si fuera poco para comprender, el Western Blot (la prueba que busca antígenos virales), que supuestamente tenía que decir positivo o negativo, a mí me daba ‘indeterminado’. No había respuestas para mi situación y por ende era muy esperanzador. Pero a la vez tuve que aprender a vivir con la incertidumbre de sentirme sana pero sin la certeza de estarlo. Durante esos años hice vida normal, repitiendo mis estudios trimestral y anualmente, con los mismos resultados. Sin medicaciones, sin intervenciones, sin nada raro. Conviviendo con la incertidumbre y pensando si alguna vez iba a poder formar una familia, que era lo que más me preocupaba«, comentó sobre cómo vivió la situación en el inicio y en el trascurso de sus análisis.
Hoy sigue a disposición de la ciencia para poder avanzar en futuros casos ya que la infección por VIH aún no tiene cura pero estos estudios diferentes pueden abrir una puerta a un nuevo descubrimiento.
Agustín Irazar