La felicidad fue y es un tema que le ha quitado el sueño a más de uno. Se han hecho frases alrededor de ella para explicarla y siempre fue un tema de debate plagado de subjetividades y puntos de vista. Cada ismo plantea una idea de felicidad basada en sus creencias o prácticas; en el budismo, por ejemplo, se dice que la felicidad es “abandonar todo valor asociado con el yo y asociarlo con valores relacionados con el prójimo”; los hindúes hablaban sobre la aceptación del destino. Aceptar que las cosas fluyan como tienen que fluir y no centrar los actos en la mente, sino en el corazón, ya que consideran al ego y la razón “los peores enemigos de la felicidad”. Por el lado de la ciencia, la neurología dice que la sensación de felicidad “es una actividad incrementada del módulo cerebral especializado en reprimir sentimientos, pensamientos negativos y preocupaciones” y finalmente el hombre de a pie que intenta definirla de alguna manera dice que “la felicidad son momentos”. Inevitablemente surgen algunas preguntas, ¿Se puede estudiar la felicidad? ¿Es medible la felicidad? La respuesta, obviamente, también es debatible.
“La felicidad vive en el Conurbano”, el libro de Bautista Beto Casella, no responde esas preguntas, tampoco es un ensayo romántico sobre la austeridad, pero sí trata de demostrar con estadísticas y estudios realizados por entidades de renombre como la ONU, científicos como Richard Easterlin, la Universidad de Harvard o el mismísimo Maslow con su pirámide y un compendio de datos y testimonios de profesionales de distintas áreas (sociólogos, psicólogos, economistas, etc.), lo que muchos abuelos predicaban mientras tomaban un mate bajo la sombra de un árbol: “el dinero no hace la felicidad”.
Un libro que hasta podría resultar redundante para una persona que goza de vivir “liviano de equipaje” como predica el Pepe Mujica pero que no deja de ser un aporte con aval científico y testimonial para tantos que viven inmersos en —lo que parece inevitable— sociedades capitalistas como la nuestra, en la que el status lo da el consumo y las adquisiciones materiales. Para ellos y para cualquiera que quiera ojear un tema distinto, “La felicidad vive en el Conurbano” invita a reflexionar y a la vez proporciona datos para argumentar lo que Antoine de Saint-Exupéry dijo en El Principito, que “lo esencial es invisible a los ojos”.
César Emiliano Gaetán