El rugby argentino ha vuelto a conmocionarse por otro hecho de violencia. Todavía sigue latente la herida abierta por el crimen de Fernando Sosa, ocurrido en enero del 2020, y en el que todavía no se ha hecho justicia; pero en el ámbito de este deporte parece que nada ha cambiado. En la madrugada del domingo pasado se conoció que un grupo de al menos siete rugbiers del Club Albatros agredieron brutalmente a un joven de 21 años, atacándolo a golpes y botellazos a la salida de un cumpleaños, hasta dejarlo inconsciente. Con la tranquilidad de que la víctima ya se encuentra fuera de peligro, es hora de que la sociedad vuelva a preguntarse: ¿por qué estos hechos siguen ocurriendo?
El rugby llegó al país a fines del siglo XIX y fue traído por inmigrantes ingleses y escoceses. Desde entonces, este deporte enamoró a la élite local, que en esa época estaba ávida de consumir los productos provenientes del Reino Unido. De esta manera, el rugby se convirtió generalmente en la marca distintiva de las clases altas y forjó un sujeto con características particulares. Muchas veces la lógica que impera en este deporte es el despliegue de violencia, que rebasa los márgenes de la cancha y se vuelca en el espacio público como símbolo del desprecio por el otro.
La golpiza propinada en City Bell, en la madrugada del domingo pasado, no es un hecho aislado. Aunque el más resonante de los últimos tiempos haya sido el crimen de Fernando, en verdad se trata de uno más dentro de una larga lista: el asesinato de Ariel Malvino en Brasil, el caso de Emanuel Eduardo Díaz, las palizas de varios jugadores del Rosario Rugby Club y del Rugby Club San Isidro en agosto y octubre de 2019 respectivamente, y decenas de denuncias de acoso y abuso sexual. El sentido que une a todos estos eventos es el mismo: el imponerse frente al otro por la fuerza.
¿Pero cómo se le puede exigir a los más jóvenes que tengan conductas apropiadas, en consonancia con los valores que predica el deporte, si ya desde lo más alto no se da el ejemplo? Las expresiones xenofóbicas y clasistas del ex capitán de Los Pumas, Pablo Matera, salidas a la luz en diciembre del año pasado, ponen en evidencia la necesidad de una reestructuración profunda.
Ariadna Bianchi, 2° B, turno mañana