Cada vez parece más cercano el momento de retomar la vida que se llevaba a inicios del 2020, los planes de vacunación avanzan y las cifras de contagios y muertos por COVID-19 cada vez son menos.
Este progreso hace pensar que poco a poco se retomen actividades que por la pandemia eran imposibles de llevarse a cabo. Una de estas es la educación, una de las actividades principales en el mundo y que además supone un problema, pues la educación es un pilar fundamental de nuestra sociedad.
Al llegar la pandemia muy pocas pensaron que sería para largo el confinamiento, por lo que llevar las clases a una modalidad virtual suponía mas un alivio que una carga más. Poder estudiar desde la comodidad de sus casas era algo que las personas jamás habían podido tener y por un corto tiempo parecía aceptable. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba, aparecían problemas importantes que dejaban ver grietas de nuestra sociedad que nos llevaron a pensar que por más avances tecnológicos que haya aun no estamos preparados para llevar una modalidad virtual completa para los estudiantes.
Primero aparecieron los problemas técnicos y económicos, la falta de conexión a internet, la brecha educativa se hizo mucho más visible pues las diferencias socioeconómicas de las familias terminan influyendo en qué tipo de educación reciben los estudiantes, algo que en un salón de clases se puede apaciguar un poco. Posterior a esto aparecieron los problemas de atención y psicológicos, el desgaste de estar frente a una pantalla aparecieron y cada vez se hizo más fuerte para el estudiante y maestro poder llevar a cabo una relación educativa que dé frutos, aparecieron entonces como la deserción estudiantil en escuelas, números preocupantes como Argentina, en donde se calcula que unos 1.5 millones de estudiantes tuvieron que abandonar la escuela por los pocos recursos que poseían para sumarse a esta modalidad virtual.
Sobre el final del 2020 se empezaron a llevar a cabo los primeros planes piloto para el regreso a las aulas, y aunque fue lento y progresivo, sirvió para darle un golpe moral a los estudiantes y al sistema educativo en si, que a pesar de seguir casi en su totalidad virtual, podía darse un “respiro” con un regreso a las aulas de unos pocos. A medida que los estudiantes retomaban, aparecían nuevos problemas que dejo el largo confinamiento, el déficit de atención, la poca interacción, los controles de bioseguridad y un gran desgaste emocional, hacen aún más difícil el retorno a las aulas. Algo que todas las escuelas del mundo están presenciando y que conlleva a pensar cuánto tiempo más pueden durar los estudiantes con estas medidas hasta que realmente transforme por completo sus comportamientos.
Una producción especial de: Ibarra Mac kenna María Delfina, Morezzini Agustina, Vallejos Juan Esteban