El pasado martes se sancionó la Ley de etiquetado frontal en la Argentina y se suma a Uruguay, Chile, Perú, México y Perú como los países de Latinoamérica que utilizarán el método de distinción de los productos alimenticios con exceso de azúcares, grasas saturadas, calorías y sodio en su composición.
La Organización Panamericana de Salud (OPS) había aprobado en 2014 el perfil de nutrientes como herramienta para estipular los alimentos ultra procesados. El primer país de la región en regirse por esta ley fue Chile en 2016 donde su incorporación fue de manera gradual: obligó a las empresas a reducir las cantidades de aditivos agregados. El impacto fue medido por la Universidad de Chile en 2018 con los siguientes resultados:
- Las compras de bebidas azucaradas y cereales disminuyeron en 25 por ciento y 9 por ciento respectivamente.
- La exposición a publicidad de alimentos “Altos en” en TV disminuye en promedio 46 por ciento en niños, mientras que sube al 62 por ciento en adolescentes.
- Las personas reconocen mejor la calidad nutricional de los alimentos envasados tras la incorporación de los sellos de advertencia.
En Perú las advertencias nutricionales rigen desde el 2017, aunque fue aprobada en 2013 la “Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes” que indica que el etiquetado debe usarse tanto en los paquetes de alimentos como en cualquier anuncio publicitario. En un estudio realizado por la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública en escuelas públicas y privadas de la zona Metropolitana donde se seguían vendiendo alimentos con el octógono pese a la prohibición de la comercialización de estos productos en los establecimientos educativos.
A diferencia de los casos relevados hasta ahora, en Uruguay no existe Ley para el etiquetado sino un decreto (272) sancionado en 2018 que ya fue modificado dos veces. El mismo les concedía a las empresas un periodo de adaptación de 18 meses, pero finalmente entró en vigencia en febrero de este año. En el país oriental las corporaciones pueden vender productos libres de sellos con un 20% más de sodio, un 30% más de azúcares y hasta un 50% más de grasas totales, detallado en este estudio publicado por la Fundación para el Desarrollo de las Políticas Sustentables (Fundeps). Cabe destacar que en Uruguay no fue el Ministerio de Salud Pública quien propusiera cambios o regulaciones al decreto, sino el Ministerio Industria, Energía y Minería siendo así más flexible y amigable con la industria alimenticia del país y lejos del perfil de nutrientes que aconseja la OPS.
El Ministerio de Salud de México le solicitó al Instituto Nacional de Salud Pública la conformación de un grupo de expertos académicos en etiquetado de alimentos y bebidas, independientes y libres de conflictos de interés que redacten una enmienda para contribuir al desarrollo de un sistema de etiquetado frontal de productos industrializados. Basados en evidencia científica se promulgó la norma en 2020, con algunas similitudes al sistema chileno, aunque algo más riguroso dado que exige también a los alimentos que contengan endulzantes a colocar el octógono negro en el frente de sus productos.
Ecuador y Bolivia también tienen un sistema de advertencia, pero algo más laxo: utilizan un semáforo con los colores rojo, amarillo y verde donde indican el nivel de grasas en los productos.
Lo últimos estudios revelan que la hipertensión, la hiperglucemia en ayunas y el sobrepeso o la obesidad son los tres factores de riesgo más asociados con la mortalidad en la Región de Las Américas y la mala alimentación es directamente proporcional a ellos. La Ley de etiquetado es el camino a la buena información y la toma de decisiones en base a la salud. Los números impactan y son urgentes: según la OMS (Organización Mundial de La Salud) hay aproximadamente 1.900 millones de personas con sobrepeso, de los que 600 millones con obesos. La elección de alimentos nocivos para la salud por gran parte de los países del mundo contrasta de manera perversa con la realidad: hay en el mundo 815 millones de personas con hambre.
Hernán Carnabuci