Juan Martín Del Potro es el último gran exponente del tenis argentino. De un tenis argentino que se encuentra en un importante recambio generacional, que promete alegrías a futuro con nombres nuevos que de a poco van haciéndose un lugar en el circuito, tanto masculino como femenino, y que tiene actualmente a Diego Schwartzman (15° del ranking ATP) y Nadia Podoroska (37° del ranking WTA) como las figuras preponderantes.
La Torre de Tandil tiene algo más. Su fortaleza mental, su resiliencia y su carisma son extras que se sumaron a una gran técnica para enamorar a millones de argentinos y acercarlos al tenis, como habían hecho Guillermo Vilas primero, y los integrantes de La Legión luego.
Con un presente lejano a aquellos tiempos gloriosos, a causa de reiteradas lesiones que siguen sin darle tregua, es necesario aferrarse a los recuerdos mientras se espera su vuelta a las canchas.
Se cumplen 12 años de su primera gran gesta: el US Open 2009.
Un joven Delpo, de apenas 20 años, que llegaba a la última gran cita del año como una de las grandes apariciones del circuito, luego de un gran desempeño en 2008, donde terminó con cuatro torneos en el bolsillo, un invicto de 23 partidos, y su nombre ubicado en la sexta colocación del ranking. Así finalizaba su despegue e incursión en las grandes ligas, que por supuesto, seguiría al año siguiente.
¿El Abierto de Estados Unidos? Su gran obsesión. Su anhelo. Su sueño. Para eso se preparaba. En la previa del torneo que cerraba la gira estadounidense, Delpo había conquistado el ATP de Washington y alcanzado la final del Masters 1000 de Montreal, además de llegar a semifinales de Roland Garros. Llegaba afilado.
«En torneos como este ya se saben quiénes son los favoritos, quiénes pueden dar la sorpresa… Yo estoy para seguir aprendiendo, vivir el momento y estar atento a mi oportunidad, y si estoy bien preparado, sé que voy a tener chances. Puede ser que esté entre los candidatos, pero hay tres o cuatro arriba que son más favoritos que yo», expresaba antes del inicio del certamen.
Pero el argentino tuvo de arranque nomás un duro escollo, en su debut en el US Open: su coterráneo Juan Mónaco. A pesar de la diferencia del ranking, nunca es fácil enfrentar a un compatriota. A él no le pesó. Ganó en tres sets y avanzó a segunda ronda, donde en la misma cantidad de parciales eliminó al austríaco Jürgen Melzer.
Y por el mismo camino transitó la tercera ronda, ante Daniel Koellerer, aunque cediendo el segundo set. Ya en la segunda semana, venció en octavos al español Juan Carlos Ferrero. En cuartos de final, empezaban los desafíos para Juan Martín, que tenía bien en claro que estaba para competir con quien tuviera enfrente. Por eso, el duelo que asomaba con Andy Murray no lo privaba de seguir soñando. Igual, como un guiño del cielo, el británico cayó sorpresivamente ante un joven croata que también estaba dando de qué hablar: Marin Cilic.
En busca de las semis, el tandilense se enfrentó a la revelación, y luego de estar un set y 3-1 abajo, se recompuso y en cuatro parciales lo dejó en el camino. Sí, Cilic, el mismo al que Del Potro le ganó un histórico partido en la final de la Copa Davis 2016 para igualar la serie 2-2 y que en el encuentro definitorio Argentina termine imponiéndose para levantar su primera ensaladera, que a la torre ya se le había negado en la final de 2008.
Ya entre los cuatro mejores, subía considerablemente el grado de dificultad: Rafael Nadal.
Es cierto que el manacorí venía arrastrando una lesión, y también que las superficies rápidas no son su fuerte. Sin embargo, era lógicamente un duelo en el que el argentino iba de punto. Pero lo ganó, con una autoridad impresionante, y un altísimo nivel de tenis. 6-2, 6-2 y 6-2 y a la final. Con 20 años, repetía lo que sólo Vilas y Gabriela Sabatini habían logrado. Y para no ser menos que ellos, también levantó el trofeo.
El lunes 14 de septiembre, luego de que la definición se postergue el día interior por motivos climáticos, Juan Martín se presentaba en el Arthur Ashe ante 23 mil personas y con 40 grados para el desafío de su vida.
Del otro lado lo esperaba Roger Federer, para muchos el mejor tenista de la historia, y que ya en ese momento era leyenda. El suizo llegaba a la cita como número 1 del mundo, y como defensor del título por quinta vez consecutiva. Curiosamente, la última vez que Roger había caído en Flushing Meadows había sido en 2003, cuando otro argentino, David Nalbandian, lo eliminó en los octavos de final.
Y en un partidazo disputado en poco más de cuatro horas, Del Potro se impuso en cinco sets, 6, 7-6 (5), 4-6, 7-6 (4) y 6-2, y cumplió su sueño. Por duplicado. “He soñado con dos cosas en mi vida. Una ganar aquí y otra ganar a Roger”, dijo luego de revolcarse en el piso bajo un llanto desconsolado de emoción y alzarse con el trofeo minutos después.
Pasados 12 años, esta conquista obtiene cada vez más valor, porque fue el último Grand Slam ganado por un tenista argentino, y porque, incluso habiendo pasado tanto tiempo, Delpo sigue siendo uno de los pocos que pudo, al menos por breves momentos, cortar con la marcada hegemonía de Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic.