El Paraná, el segundo río más grande de Sudamérica, con un caudal promedio de 17.000m3/s, atraviesa la mayor disminución de agua del siglo XXI. Los números alcanzados en 1944 (-1,03 metros) quedaron relegados debido a la sequía en la que se encuentra actualmente. Si bien en el puerto de la provincia de Santa Fe llegó a los 46cm, creciendo 14 cm en relación a su marca anterior, desde el INA (Instituto Nacional del Agua) aseguran un panorama desfavorable para los meses siguientes. El mismo organismo informó meses atrás que, durante mediados de este mes de septiembre, rozará el metro y medio. Sin embargo estos cálculos no serían los reales. Una nueva actualización da a entender que el alza no sería la indicada ni la esperada.
El río que atraviesa Argentina, Brasil y Paraguay experimentó el día 18 de agosto unos -19cm, es decir, su marca más baja en los últimos 50 años. Por lo tanto la preocupación para los propios habitantes del lugar es notoria, ya que afecta al recurso del consumo por parte de los mismos, a los pescadores artesanales y a una dificultosa navegación. Las escasas lluvias que viene sufriendo la región del litoral (desde 2019) condiciona notablemente a esta merma, y hay además un pronóstico con poca caída de agua hasta diciembre. El panorama dista para el lado de Paraguay y las cuencas del Paraná debido a que se avecinan condiciones normales, en cuanto a precipitaciones se refiere.
Aparte de lo mencionado anteriormente, con respecto a la navegabilidad y al consumo, esta complejidad del descenso de agua es implacable en otros asuntos: hidroelectricidad insuficiente en las represas, escasez de recarga en reservas para riego y acuíferos, capacidad que no es suficiente para la autodepuración de los ríos y tomas de agua potable que quedan a la vista.
Desde ya que el Paraná atraviesa uno de los momentos más angustiantes en concomitancia con una marcada crisis climática. La producción decrece y la preocupación de todo un país invaden los 4.880km de longitud del río.
Matías Martinelli