Místico, loco, genio, incomprendido. Adjetivos que podrían definir a distintas personas pero, si se trata de William Blake, pueden ser sólo algunas cualidades que describen a este artista británico del siglo XVIII. Como ha sucedido con muchas mentes brillantes a lo largo de la historia de la h
umanidad, fue relegado a las sombras porque sus postulados sugerían cosas incomprensibles para la época. Pero no hay que caer en la comodidad del contexto, ya que muchos años después las ideas de Blake continuaron generando incomodidad en aquellos que, como él mismo definía, ven el mundo a través de las hendijas de su caverna. Otros, como el caso de Aldous Huxley –personaje digno de un artículo exclusivo a su obra- lejos de sentirse molesto, tomaron la posta de Blake e intentaron experimentar, con las herramientas que un mundo más contemporáneo podía facilitarles, lo que el profético poeta había afirmado siglos atrás y sin la necesidad de ningún aditivo alucinógeno. A esa lista se sumó Jim Morrison, a quien siempre le calzó mejor el oficio de poeta que de cantante, que no sólo inspiró el nombre de la banda en un proverbio de Blake sino que también impregnó su pluma de las ideas blakeanas. Pero, ¿quién fue o qué decía este poeta para haber generado tanto impacto en otros artistas dos siglos después y aún en estos días es objeto de estudios para científicos que tratan de entender la diferencia entre mucha imaginación y locura?
“Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito. Porque el hombre se ha encerrado hasta que ve todas las cosas a través de las estrechas grietas de su caverna”.
William Blake (1757-1827) nació en Londres, hijo de un calcetero de escasos recursos, por lo que no recibió educación formal, aunque parece haberse familiarizado desde muy joven con las obras de Shakespeare entre otros, pero muy principalmente con la Biblia. A los 14 años arrancó como aprendiz de grabador y llegó a dominar a la perfección este arte, al punto tal que en el transcurso de su vida fue más recordado como ilustrador que como poeta. Salvo en dos de sus obras, él mismo grabó e imprimió toda su producción literaria, por supuesto que de tirada reducida, por lo que el público lector de la época no tuvo la posibilidad de acceder de manera masiva a sus poemas. Además, debido al carácter innovador y espontáneo de su obra, sin precedentes en la poesía inglesa, fue relegado a los suburbios del mundo literario. A causa de su formación religiosa, profundamente emparentada con el gnosticismo, fue siempre crítico del sistema de creencias que predominaba en la Inglaterra de su tiempo, y se convirtió en un poeta profético que exigía cambios sociales para lograr una forma de vida más acorde con Dios y más alejada del Mal absoluto. Planteaba una idea de religión que se despegara de la ortodoxia de la iglesia y que fuera algo mucho más personal y terrenal. Un claro ejemplo fue la creación de la imagen del tigre para reemplazar al cordero como ese hijo de Dios del que tanto habla la Biblia.
El símbolo de la vida no es el dócil cordero sino el tigre o el león sanguinario, ese terror que prueba que en la Creación no todo es bueno.
La creatividad plasmada en sus ideas no se asemejaba a nada de lo que circulaba en la época, motivo por el que su obra se vio sujeta a múltiples lecturas y búsquedas de significados aún en tiempos actuales. Durante toda su vida Blake se debatió por encontrar un modo de expresión simbólica para su filosofía mística; no es casual que muchos especialistas han definido su trabajo como filosofía hecha poemas. Otros también lo tildaron como uno de los que sentó las bases del anarquismo moderno; y finalmente la música, con especial foco en el rock, fue un portavoz de sus ideas. Jim Morrison fue el caso más relevante, pero artistas como Enrique Bunbury también se han visto seducidos por la irreverencia de Blake, y si se hace el ejercicio de contrastar ciertos postulados suyos con lo que la cultura rock predicó en su apogeo, estarán en una impactante sintonía. Más de una vez se ha escuchado a músicos recitar sus poemas y, por sobre todo, los Proverbios del infierno que podrían ser considerados una declaración de principios para muchos.
Tal vez el uso de términos como Infierno ubicó a este poeta en un lugar poco agradable para el ojo conservador, pero al adentrarse en su obra se comprueba que nada es más alejado de la realidad que considerar a Blake como un apologista del mal sino que, muy por el contrario, era un idealista que soñaba con ver al cordero dormir sobre el lomo del león sin riesgo alguno por su vida.
César Emiliano Gaetan