El pasado 7 de enero, en la esquina frente al Congreso, los transeúntes de la zona fueron testigos del movimiento elíptico de las aspas de la Confitería del Molino, un gran paso en la reconstrucción del edificio centenario.
La historia de la confitería se remonta a finales del 1800, cuando los pasteleros Constantino Rossi y Cayetano Brenna crearon este local en homenaje al Lorea, primer molino harinero de la ciudad de Buenos Aires. En 1904 compraron el predio de Rivadavia y Callao, y años más tarde, para homenajear al centenario de la Independencia nacional, convocaron al arquitecto italiano Francesco Terenzio Gianotti para aplicarle el inconfundible estilo que quedó al descubierto.
El lugar de reunión de muchos abuelos entró en crisis financiera y tuvo que cerrar sus puertas. “Se salvó porque en 1997, cuando cerró o quebró en su actividad comercial, fue declarado Patrimonio Histórico Nacional, la más alta catalogación de nuestro país”, explica Guillermo García, asesor de Patrimonio Cultural del Congreso de la Nación, que está a cargo del Área Técnica de la Comisión Administradora Edificio del Molino.
Fueron casi 35 años de abandono. Recién se tomó una acción concreta en el año 2014, cuando se expropió mediante la Ley 27.009, y se lo transfirió al Congreso de la Nación. La Comisión Administradora del Edificio del Molino, que fue creada por dicha ley, tomó posesión en julio de 2018 y allí comenzaron las tareas de restauración a través del Plan de Restauración Integral del Edificio del Molino (RIEM).
Hoy la obra sigue en marcha y espera poder concluir sus tareas para finales de este año. El sitio va funcionar como en el pasado, pero tendrá en los pisos superiores un museo para que todos los aficionados del lugar puedan conocer su historia y observar la vista de la Ciudad desde la imponente terraza.