En 2007, San Antonio Spurs obtuvo su cuarto anillo en la NBA, el segundo en tres años, tras vencer por la vía rápida a Cleveland Cavaliers. Aquel equipo era dirigido por Gregg Popovich y tenía como sus principales figuras a Tony Parker y Tim Duncan. Sin embargo, es muy recordado por todos nosotros por el hecho de que por primera y, hasta el momento, única vez en la historia, el equipo campeón de la NBA tuvo a dos jugadores argentinos en la plantilla. Por estos días se cumplen 14 años de aquel momento memorable.
Por un lado, Manu. El bahiense conformó un gran trio ofensivo con Duncan y Parker, el conocido “Big Three”, y se erigió como una pieza clave en la consagración de su equipo. Por el otro, Fabricio Oberto, quien no tuvo un rol tan protagónico, pero fue importante saltando desde el banco.
En los tiempos que corren, el basquetbol argentino está volviendo a aparecer en el centro de la escena por el gran momento de Facundo Campazzo en Denver Nuggets, el subcampeonato del equipo nacional en el último mundial, además de la actualidad de Gabriel Deck y Luca Vildoza. De todos modos, aquella conquista de Ginóbili y Oberto, miembros de la Generación Dorada, fue algo aún más importante.
Volviendo sobre aquel título de 2007, resulta pertinente poner en contexto lo que había sido el cierre de la temporada anterior porque tuvo gran influencia en el éxito posterior. En las semifinales de la Conferencia Oeste, los Spurs, luego de desperdiciar una ventaja de tres puntos a falta de 30 segundos para el final, cayeron derrotados 119-111 en el tiempo suplementario del séptimo juego ante Dallas. Todo el esfuerzo realizado se veía desvanecido en aquel doble y falta de Dirk Nowitzki, estrella de los Mavs.
“Fue probablemente la derrota mas decepcionante de mi carrera. El equipo estaba muy dolido porque pensamos que estaba todo dado para ganar otro campeonato. Entonces dijimos: ‘hey, pensemos lo que pasó, asumamos la derrota, y construyamos a partir de aquí’”, comentó, tiempo después, Robert Horry sobre aquella dura derrota. “Todas las caras eran de tristeza, estábamos muy dolidos. Era muy difícil hablar por los frustrados que estábamos”, detallaba Ginobili sobre el clima que se vivió en aquel vestuario del AT&T Center.
Este fue el momento en que Popovich tomó las riendas del asunto y se encomendó a sacar adelante a un grupo de jugadores de mucha jerarquía, pero duramente golpeados en lo anímico. Lo que hizo Pop fue llevarlos a París a un centro de entrenamiento y desde allí los preparó física y mentalmente para los que se vendría.
El público y los medios de comunicación especializados habían puesto muchas fichas en aquel equipo en la campaña anterior, ya que venían de hacer una fase regular de ensueño. 63 victorias y tan solo 19 derrotas los colocaban como los más eficaces del Oeste y solo eran superados por Detroit (64-18). En 2007, en cambio, el récord fue más terrenal (58-27), terceros de su conferencia detrás de Dallas y Phoenix.
Aquí ponemos un punto y aparte para hablar de lo que fueron las históricas semifinales, justamente ante los Suns, quienes contaban con una figura de renombre internacional como Steve Nash. Aquella serie la podemos definir como extremadamente física. Le hicieron sentir a Nash el rigor y el hambre de un grupo que venía golpeado y que no pensaba dejar escapar otra posibilidad de quedarse con el título. La bandera de esta fiereza defensiva, que se agregaba al alto vuelo ofensivo con el tridente Duncan-Parker-Ginobili, fue Bruce Bowen.
El quinto partido de esta serie marcó un antes y un después. Tras estar con una desventaja de once puntos al llegar al descanso, lograron remontar. “Fuimos capaces de, estando abajo, entender que no todo estaba terminado, asimilar la situación, luchar y ganar”, se golpeó el pecho Duncan. Lo trabajado en París estaba dando sus frutos.
Luego, tras superar con autoridad en la final del Oeste a Utah, llegaba la gran final por el anillo ante Cleveland, debutante en dicha instancia y que tenía en sus filas a una super estrella en formación: Lebron James. Más allá de que el estadounidense tuvo algunas buenas actuaciones, no fue suficiente ante un equipo arrollador en aquellas finales.
Parker estuvo descomunal, a tal punto que fue elegido MVP de las finales (primer jugador no estadounidense en lograrlo), Duncan no se quedó atrás y Ginobili cerró una grandísima temporada con 27 puntos en el cuarto y definitivo juego. Bowen, por su parte, fue lo que Dennis Rodman para los Chicago Bulls de Michael Jordan, un estandarte del juego defensivo
Además, el recambio fue también de vital importancia para poder darles descanso a las figuras. Aquí hablamos de Robert Horry, Michael Finley y, por supuesto, Oberto, junto con Ginóbili, los argentinos campeones en aquella noche en que San Antonio barrió 4-0 a Cleveland.
Juan Nicolás Branz