Cuando se toman decisiones se debe tener argumentos. Hay que explicar con detalles y justificar. Sin embargo, cuando se trata de matemática, que es una ciencia exacta, no existe discusión. No hay alternativa ni otro camino para tomar, es ahí, sin opciones. Es imposible entrar allí en conflicto. Todo esto tiene relación con la injusticia y las grandes entidades no son la excepción. El poder es quien delibera y tiene la última palabra, como si fuese la parte más alta de una pirámide en cuanto a la autoridad de cada persona o grupo. ¿Cuántas veces el deporte puede estar vinculado con la vida general? ¿Por qué ocurre esto? No hay una respuesta certera para estas dos preguntas. A simple vista parecen sencillas, pero vaya paradoja que aun así, no hay contestación. Guillermo Vilas para muchos, es el mejor tenista argentino de la historia. Los hechos lo respaldan y su época lo acompañó, con cuatro Grand Slam ganados pero además provocando una explosión de este deporte en el país. Pero para la ATP, Willy nunca fue número uno del mundo tras unos pedidos del propio Vilas de rever su ranking, a pesar de que los sucesos marcan que sí lo fue en 1975. El desafuero, a flor de piel…
Surge una inquietud obvia: sin demostraciones contundentes y en contra de la matemática (esto último es insólito pero real), ¿por qué la ATP se resiste a reconocer a Guillermo como parte de esa porción privilegiada de jugadores que tocaron la cima? La explicación que da este organismo es que las posiciones por aquellos años no se actualizaban de manera semanal, como sí se realiza en la actualidad, cada lunes, pero de una manera incomprensible. Tan absurdo como injusto, tan inentendible como inconcluso, y sobre todo, tanta lucha combinada con esfuerzo con el fin de que Vilas ocupe el lugar, para que el resultado sea la frustración. Contra las autoridades poco hay que hacer. La razón a veces no corre en paralelo con lo que debería ocurrir. Parece una lección, un aprendizaje, una manera de saber que en algunas oportunidades, lo justo no sucede. Hay que estar preparado para eso, como un joven que se recibe después de haber estudiado la carrera que tanto le gusta en una universidad y luego no consigue trabajo de eso o cuando en una oficina el objetivo es ser gerente o jefe pero la persona queda en la puerta.
A Vilas se le caen las lágrimas cuando recuerda su pelea, que es acompañada por el periodista Eduardo Puppo, quien es un acérrimo luchador con sus investigaciones sobre este tema. No es suficiente. En algunos momentos parece que la luz al final del túnel está cerca pero en un abrir y cerrar de ojos, se vuelve a alejar. Son muchos años de buscar e intentar llegar a la finalidad pero se choca con un muro que, aparentemente, es muy difícil de derribar. Lo positivo es que Guillermo está acostumbrado a no bajar los brazos porque si bien quedaron lejos esas corridas de lado a lado en la cancha para después dominar los puntos, sigue con el chip.
La mente tiene un punto fijo. La mirada está puesta en saber cómo demostrar lo que tanto se pretende para llegar a eso que se desea. Tarea difícil pero no imposible. Es innegable que la ATP está muy cerrada en su decisión. La lógica está corrida a un lado. El organismo de tenis más importante del mundo tomó la ruta equivocada. Reducir el margen de error, de eso se trata, pero no para la ATP, que no lo reconoce. El primer paso siempre es vital y Vilas lo sabe mejor que nadie. Planificó todo junto a Puppo para pedir lo que se merece pero la respuesta fue la que nadie quería tener.
Es ir contra el poder. Claro, en realidad no exactamente, porque Vilas va directamente a su reconocimiento, más allá de la ATP. Su grandeza no está afectada por no haber nunca superado el número 2 del ranking oficialmente, para nada. Pero eso no quita que el merecimiento es indiscutible. Sus puntajes en las temporadas así lo dictaminaban, la matemática es irrefutable. La falta de argumentos también puede ser un arma, aunque suene contradictorio. ¿Qué mejor que tener razones para realizar una justificación? Para la ATP no, no es así. A pesar de que tenga motivos casi inauditos, se resiste. Quizá tenga miedo al qué dirán tras reconocer su equivocación (que es muy grande, de hecho) o tal vez haya otro motivo en especial que prefieren mantenerlo en secreto. Lo cierto, es que Guillermo Vilas a sus 68 años sigue peleando. La raqueta hace rato que quedó colgada pero el impacto a la pelota continúa escuchándose. Ese sonido hermoso como la pasión de Willy por el tenis, en el que todavía es una incógnita si algún día lo reconocerán como un jugador que en un tiempo fue número uno del mundo.
Nicolás Panni