El 19 de octubre comenzó la segunda edición del ATP 250 de Colonia (Alemania), en la que el local Alex Zverev venció al argentino Diego Schwartzman y que, en un principio, iba a contar con la presencia del indescifrable Andy Murray. Sin embargo, para preservar su físico, el escocés decidió no participar del torneo. La última vez que se vio al hombre de Glasgow compitiendo fue en la primera edición del Bett1hulks Indoors, donde perdió frente al español Fernando Verdasco. El problema no fue la derrota, sino la imagen que mostró Murray. Lo que dejó perplejo al público fue ver al ganador, alguna vez considerado a la par del Big Three (Federer, Nadal y Djokovic), perder de manera estrepitosa, arrastrándose por la cancha. A pesar de este momento, Murray ya tuvo baches en su vida, no es algo nuevo para él.
Luego del divorcio de sus padres, él y su hermano Jamie –también tenista- quedaron a cargo de su padre. William Murray decidió que sus hijos estudiaran en la escuela primaria escocesa “Dunmble”; decisión que lamentaría. Cuando Andy tenía nueve años, presenció la masacre que ocurrió en el centro de estudiantes de la escuela en 1996, donde Tomás Hamilton asesinó a 17 personas antes de suicidarse. Si bien Andy nunca hablo mucho del tema, en su autobiografía “Hitting Back” manifestó que era muy chico para darse cuenta de lo que realmente sucedió. Además, agregó que asistió a un grupo juvenil dirigido por Hamilton y que incluso, su madre lo había llevado en auto alguna que otra vez. Este trágico episodio derivó en una mudanza, algunos años después, a Barcelona (España), donde entrenaría bajo la dirección de un ex N°1 en dobles, Emilio Sánchez Vicario. Éste sería el primer paso de una de las carreras tenísticas más destacadas de la historia.
Desde 2007, año en el que terminó dentro del top 10 del ranking ATP, la carrera de Murray fue en ascenso. Con finales de Grand Slam en la espalda, todas perdidas contra Federer y Djokovic, con más de más de 15 títulos del circuito ATP, Andy Murray encaró un 2012 que lo llenaría de alegrías, donde ganaría su primer gran torneo.
Murray había sido vencido sobre el césped de Wimbledon por Federer, en ese momento seis veces campeón, pero él tomaría revancha sobre el mismo césped tres semanas después, esta vez, para los Juegos Olímpicos de ese año, disputado en Londres. Allí vencería al suizo en la final y levantaría la medalla dorada, jugando un tenis espectacular, con un revés a dos manos imparable. También se llevó la plata en dobles mixto, formando pareja con Laura Robson. La otra revancha que se tomó fue contra Djokovic. El serbio lo había vencido en la final del Abierto de Australia. Sin embargo, con el envión anímico y con su característica constancia, Murray le ganó a Novak la final del Abierto de Estados Unidos, materializando su primer Grand Slam y convirtiéndose en el primer británico en conseguir un título de esta magnitud desde Fred Perry en 1936.
Al siguiente año conseguiría su primer Wimbledon, pero también, su primera cirugía. En toda esa temporada, Murray jugó con un dolor en la espalda, por lo tanto, decidió operarse para poder estar óptimo desde lo físico. Sin embargo, le salió el tiro por la culata. La recuperación, sumada a otra lesión que sufrió en el codo, dejaría un 2014 con una vaga participación del británico, generando que terminara ese año fuera del top 10, cosa que no sucedía desde el 2008. Nuevamente, esto solo era una piedra para Murray, y solo servía como una antesala de los mejores años de su carrera.
Ya recuperado y sin dolor, Andy participó del equipo británico que ganó la Copa Davis con amplía diferencia. Y este fue el primer paso para el retorno al éxito. Cerró ese 2015 en la segunda posición del ranking. Ese año, en un principio de transición, solamente fue el entrenamiento para lo que venía en 2016. Murray revalidó su medalla dorada en los Juegos Olímpicos, esta vez disputados en Rio (Brasil), ganándole en una épica y recordada final frente a “La torre de Tandil”, Juan Martin del Potro. Además, conquistando su segundo Wimbledon, tres Masters 1000 y el Torneo de Maestros, se aseguró el primer puesto del ranking ATP por primera vez en su carrera.
Sin embargo, todo lo que sube parece que tiene que bajar en la vida de Murray. Luego de ese tremendo éxito, en los dos siguientes años comenzó a sentir dolor en su cadera, marginándolo de algunos torneos y perdiendo el primer puesto del ranking. Necesitaba una operación inminentemente; ya había sufrido una lesión en la espalda y él creía que iba a ser una recuperación parecida. Pero para sorpresa de todo el mundo del tenis, después de largos meses sin jugar y aún con dolor, a pesar de la cirugía realizada, un 11 de enero del 2019, Murray entre muchas lágrimas, anunciaba su retiro de las canchas. Manifestó que era tal el dolor que sentía que no podía tener, ni siquiera, una vida normal, le costaba muchas cosas cotidianas del día a día.
También para sorpresa de todos, en junio de ese año volvió a jugar: Murray había vuelto del retiro. La recuperación y la cirugía habían tenido resultados casi milagrosos y le permitían volver a las canchas. Aunque desde ese momento hasta hoy, se vio a un Murray distinto. En tres años había jugado muy pocos partidos, pero él ya no juega para ganar. Juega porque el tenis es su vida. Y seguramente, el estado de shock que tuvo cuando se enteró que no podía jugar más, fue el combustible que necesitaba para volver. Es cierto, tiene 33 años y está en el ocaso de su carrera, pero también es cierto que siempre demostró sobrepasar las adversidades, porque esa es su esencia, esa es la anatomía de Andy Murray.
Tomás Ordoñez