En todo deporte de contacto se corre el riego de recibir fuertes golpes en el cráneo y el boxeo no es la excepción. La base del mismo es arrojar golpes al oponente arriba de un cuadrilátero y es allí donde se ve la resistencia de los púgiles. Quien más aguante parado y reciba menos golpes, será el ganador. El principal objetivo para desestabilizar al oponente es la cabeza, una seguidilla de lanzamientos sin compasión al motor del cuerpo para mandarlo a la lona. Pero con el paso del tiempo y tras arduas investigaciones se develó un enemigo silencioso que aparece tras los repetitivos impactos en el cráneo. Es por eso que es importante evitar los golpes en la cabeza, ya que con el correr de los años se puede sufrir de (ETC) Encefalopatía Traumática Crónica. ¿De qué se trata esto? Es una enfermedad neurodegenerativa causada por los traumatismos cerebrales, que aparecen en forma de señales como tendencias autodestructivas, depresión, temblores, cefalea, alteraciones del equilibrio, demencia, cambios repentinos del humor, entre otros.
Durante la década del 1920 hubo varios síntomas en boxeadores retirados y la cuestión se empezó a investigar con más detenimiento. El primer caso reportado fue en 1928, por Harrison Martland, quien lo llamó Síndrome de Punch-Drunk. Desde entonces, el tema fue cada vez más investigado por expertos y en la actualidad, si bien se sabe más al respecto, no hay conocimiento general del riesgo latente al recibir golpes en la cavidad craneal. El cerebro posee una manera de mitigar los impactos, pero lo hace de manera parcial según lo explica el experto en neurología Esteban García-Albea: «El líquido cefalorraquídeo amortigua el golpe tan solo parcialmente. Todo se mueve dentro de la masa cerebral cuando se alcanza un nivel de energía, y las arterias pueden romperse ocasionando una hemorragia que, en un recipiente cerrado como el del cráneo, determinará multitud de problemas».
Muhammad Ali, la máxima leyenda de todos los pesos, murió a los 74 años por la conocida enfermedad de Parkinson, pero muchos lo asocian con el síndrome del Punch Drunk, por su extensa carrera de luchador, en la cual tuvo 61 combates y se alzó con el cinturón en tres ocasiones, pero que le pudo dejar, aparte de la gloria eterna, también graves secuelas. “La condición de Muhammad Ali es un ‘síndrome cerebral pugilista’, causado por lesiones en el cerebro por peleas. El daño se produce debido a la rotura de pequeños vasos sanguíneos en la sustancia del cerebro”, expresó Dennis Cope, quien era médico personal del boxeador en su momento.
La investigación más cercana sobre este síndrome no corresponde a un deporte individual, pero aun así se debe contar para entender en profundidad la dificultad que conlleva poner el tema sobre la mesa. El 24 de septiembre de 2002, a Mike Webster, jugador estrella de fútbol americano, se lo halló sin vida en su casa. La muerte se atribuyó a un ataque al corazón. Mike se encontraba en el precipicio de su vida, demente y consumido, después de años de batallar contra la depresión, abuso de drogas e intentos de suicidio. Bennet Omalu, patólogo forense, fue el encargado de realizar la autopsia. Su descubrimiento marcó un antes y un después en el deporte más popular de Estados Unidos: al abrir su cráneo, descubrió lesiones cerebrales que develaron ETC inducida por la práctica deportiva. Al investigar con más detenimiento, descubrió huecos no revelados en los exámenes tomados en vida. No hay estudios de resonancia magnética, rayos X o exámenes que puedan describir cuál es la escala del daño cerebral. Solo post mortem se puede saber a ciencia cierta que la una persona padece esta enfermedad. La National Football League quiso ocultar el descubrimiento y Omalu pasó a ser el enemigo de los aficionados de este deporte. Pero los suicidios de algunos ex jugadores con el correr de los años confirmaron una verdad silenciada.
Estos deportes se seguirán disputando, pero a partir de los descubrimientos que se han dado con el correr de los años, se hará sabiendo que representan un riesgo latente para la salud de quienes lo practiquen. Todo esto termina dejando un gran interrogante: ¿Cuál es el límite de un espectáculo deportivo?
Jonathan Herlein