El tenista Horacio Zeballos se convirtió en el argentino con más titulos (16) en la especialidad de dobles igualando el récord de Guillermo Vilas, quién popularizó el deporte en el país. Lo consiguió tras ganar el Masters 1000 de Roma con Marcel Granollers en el estadio Nicola Pietrangeli al vencer por 6-4, 5-7 y 10-8 a los franceses Jeremy Chardy y Fabrice Martin en una hora y 43 minutos.
«Es algo hermoso y me llena de orgullo alcanzar un récord de Guillermo. Obviamente para él no era su prioridad jugar en dobles pero ha sido el mejor jugador argentino de la historia hasta el día de hoy», dijo a Pirámide Invertida, desde la capital italiana, con admiración, Cebolla, quién nació en la misma ciudad que el gran Willy, lo conoció de chico y hasta recibió algunos consejos suyos: «Muchisimas veces me hablaron de él. Además, era conocido y amigo de mi padre por haber entrenado tantas veces juntos en Mar del Plata. Así que lo re conozco y me ha dado varios tips. La primera vez que tuve tres raquetas iguales fue porque se apareció y me las dio. Tengo un recuerdo hermoso con él y me parece una gran persona. Conmigo siempre se ha portado de diez».
«La final la viví como trato de vivirlas todas. Tratando de disfrutar al máximo sabiendo que he llegado a la última instancia después de haber pasado batallas durísimas. Por eso, uno llega con mucha confianza, con satisfacción de estar, pero cuando la estás jugando la querés ganar. Es un mix de cosas que uno va sintiendo», revivió el Zurdo sus sensaciones horas despúes del duro partido que ganó con el español que lo dejó en la historia del tenis nacional. Luego de ganar el primer set y perder el segundo, confesó qué le repitió a su compañero antes de salir a jugar el set definitivo: «¡10 minutos más de energía!».
Horacio comenzó a jugar el deporte desde muy chico en un club de tenis que tenía su padre en La Feliz. Allí hizo sus primeros amigos y con el correr de los años fue mejorando su técnica y entendiendo más. Apenas finalizó el encuentro, se acordó de los momentos que vivió como espectador en su niñez y adolescencia: «Se me pasaron por la cabeza los torneos de Roma que había visto tantas veces por la tele. Haber vivido una final como la que fue entre Guillermo Coria y Rafael Nadal que duró cuatro horas o tantas veces que vi a argentinos jugar este torneo tan importante para nosotros o Roland Garros».
En 2013 ganó su único título individual frente a Rafael Nadal en Chile y desde que se decidió dedicar exclusivamente a la especialidad de dobles hace un año y medio se ve la mejor versión de su carrera. Los años no le pesan, sino que lo potencian. En los últimos tres años ganó nueve títulos, uno más sobre los que consiguió en los 15 anteriores desde su debut como profesional. «Siento que todavía puedo y tengo que mejorar más algunas cosas, y eso me dan ganas de seguir trabajando y de cumplir objetivos no solo tenísticos y de resultados sino más que nada de mejorar como jugador que eso si lo puedo manejar», comentó el tenista, de 35 años.
Actualmente, está 4° en el ranking mundial de dobles, en el que llegó a ser tercero en septiembre del año pasado. Con el español Granollers (17°) llevan cuatro trofeos en dos años y cada día parece más fuerte la dupla. Zeballos explicó cuál cree es el secreto del éxito: «Los dos somos jugadores muy competitivos. Queremos dar lo mejor de cada uno y a veces cuando las cosas no salen tan bien o el tenis quizás del rival es mejor en ese momento, tratamos de darlo vuelta con actitud. Creo que él tiene mucho de esto último y yo también me considero un luchador dentro de la cancha. Eso se complementa y hace que seamos una pareja difícil de enfrentar».
Deseó «seguir en este nivel, tratando de jugar más torneos de este tipo y si se puede ganar sería muy bueno». Y por último dijo que «muchisimos tenistas argentinos me saludaron. Tengo muy buena relación con todos. También ex jugadores y gente del deporte. Estoy muy agradecido. Estuve respondiendo mensajes hasta las tres de la mañana el día de la final y después me levanté muy cansado por todo lo que se vivió». Deberá descansar para recargar fuerzas la cebolla fallada: no llora, sonríe.
Martín Barylko