Es uno de los pocos rubros y actividades que está congelado desde el inicio de la cuarentena. Desde el Gobierno porteño aseguran que no hay fechas para un posible retorno al trabajo. «El problema es el transporte, que está restringido. Como no son trabajadores esenciales, su movilidad está acotada», aseguran.
Los últimos registros del Ministerio de Trabajo indican que en los primeros cuatro meses de este año hubo 20.700 empleos registrados menos. Esto es sobre las trabajadoras registradas en la AFIP, pero en realidad se perdieron muchos más puestos de trabajo en el sector informal o en negro, que representa el 80 %. Según datos del INDEC de 2019, hay 1.730.000 personas trabajadoras del servicio doméstico. De ese total, 515.000 están registradas y 1.215.000 no lo están.
La socióloga e investigadora Graciela Queirolo señaló: “La pandemia puso en evidencia la necesidad imprescindible de esos trabajos. Nadie puede vivir sin ellos y nadie puede hacer otra cosa si esos trabajos faltan. Las relaciones laborales abusivas entre los empleadores y sus empleadas domésticas se dan porque muchos se niegan a pagar los salarios porque ellas no hacen las tareas acordadas. También hay empleadas que no reclaman su sueldo por miedo o que se arriesgan a trabajar por miedo a perder el trabajo y la necesidad las empuja a ello. Conclusión: sin trabajo reproductivo o doméstico no se sostiene el trabajo productivo. El trabajo reproductivo es una zona de abusos entre empleadores y empleadas”.
Sonia Kopprio, la secretaria general del Sindicato de Trabajadoras de Casas Particulares, secretaria general adjunta de la CTAA Río Negro e integrante de la Comisión Ejecutiva Nacional de la CTAA, dijo: “Algunas dejaron de ir a trabajar para preservar su salud y la de la familia para las que trabajan. Más allá de las disposiciones del Gobierno, unas cobraron su sueldo y otras no. En el caso de Río Negro, seguimos complicados con el virus y cada vez hay más contagios, y hay compañeras que se han contagiado trabajando, sobre todo porque sus empleadores no siguen los protocolos de higiene”.
Elmira es una de las tantas personas no trabaja, en su caso hace cinco meses. Se ganaba la vida como empleada doméstica. El coronavirus se llevó puesto su trabajo, y está en su casa, sobreviviendo, desde que arrancó la cuarentena. Vive en José León Suárez. Dice que está desesperada y que quiere volver a trabajar lo antes posible. Que ya no aguanta más la situación. Que la plata que cobra por el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) no le alcanza. Ella limpiaba varias casas. Pero sin contrato. Su situación irregular hizo que no pueda cobrar el sueldo que le corresponde por ley y que todos los empleadores deben abonar obligados. Se las rebusca haciendo comida y vendiendo lo que hace a los vecinos. También hay familiares que le dan una mano. Pero su preocupación es volver a trabajar. «Aunque me dieran el sueldo, yo necesito trabajar. Así no se puede vivir más», comenta.
Carlos Brassesco, apoderado del Sindicato de Unión del Personal Auxiliar de Casas, contó que el personal en negro representa las dos terceras partes de las empleadas domésticas de todo el país. Ellos calculan que hay 1.400.000 trabajadoras, unas 390.000 en el conurbano. En la Ciudad, sólo el 30% están en blanco; en la Provincia aportan menos, el 20%. El resto trabaja de forma irregular.
Debido a esto, calcular cuántas empleadas domésticas se quedaron sin trabajo en estos meses es muy difícil. Brassesco considera que, en estos cinco meses, se perdieron entre 15.000 y 16.000 puestos de trabajo formales. «Pero las informales son mucho más. Creemos que hay unas 50.000 empleadas que perdieron el trabajo en estos meses».
A pesar de que las trabajadores tienen el derecho de seguir cobrando su sueldo por más que no trabajen y también reciben el Ingreso Familiar de Emergencia. El hecho es que esto lo respetan los empleadores que tienen al personal doméstico registrado. En el caso de los informales, muchos no pagan lo que deben. «Hemos recibido denuncias sobre esto. También hay empleadores que les redujeron el sueldo, ya que no trabajan», señala Brassesco.
El principal riesgo para la vuelta de las empleadas de casas particulares es el uso del transporte público, Especialmente los viajes entre el conurbano y la ciudad de Buenos Aires. La propuesta original del Gobierno porteño era que la actividad se reanude a partir de septiembre comenzando por las trabajadoras que viven en la ciudad y que pueden llega9r a su trabajo en medio de transporte como bicicletas o motos.
Como consecuencia de la pandemia, también creció el cambio de categoría de muchas trabajadoras domésticas. «En el rubro sólo las de categoría cuatro, que son las que cuidan a chicos, ancianos o enfermos, se consideran esenciales. El resto no», explica Brassesco.
La cuarentena entonces empujó a muchas mujeres a cambiar de categoría para poder circular y llegar a sus puestos de trabajo. Esto es algo que está pasando. Muchas veces obligadas por los empleadores, quienes las amenazan con no pagarle más el sueldo si no van a trabajar.