Permanecer a la sombra de alguien dice muchas cosas de uno mismo. Significa que no se logró sobrepasarlo pero que, por lo menos, sí alcanzarlo en algún punto y competir; que al final, en el deporte es lo más importante, competir. El austríaco Dominic Thiem fue a competir al US Open, y si bien ocupa un sorprendente tercer puesto en el curioso “raking ATP”, el extraordinario dominio de Novak Djokovic sobre el circuito, sumado a su obsesión por alcanzar a Rafael Nadal y a Roger Federer en títulos de Grand Slams, fortificaban la figura del serbio; que luego se destruyó cuando recibió la descalificación debido a la agresión a una juez de línea.
Thiem tiene un talento innato, eso está más que claro, pero con 27 años empieza a formar parte de una generación que vivió a la sombra de tres fenómenos, que entre los tres juntos suman 56 títulos de Grand Slam. El austríaco ganó su primer gran torneo luego de perder dos contra el español y una contra el serbio. Sin embargo, que no haya tenido a ninguno del “Big three”, no significa que fue una caminata hacía el trofeo.
En semifinales había barrido en tres sets al joven ruso Daniil Medvedev, quinto en el ranking, y se encontraba en la final a un Alexander Zverev séptimo en el ranking, que venía de eliminar a Carreño-Busta en un partido complicado, resuelto en el quinto set, luego de perder los dos primeros, pero que fortalecía la psicología del alemán.
La leyenda del fútbol Alfredo Di Stefano enfatizó alguna vez: “Las finales no se juegan, se ganan”. Dominic Thiem no quería más perder las finales, tenía una oportunidad única contra un rival difícil, pero debutante en finales de este calibre. Incluso cuando estaba perdiendo los dos primeros sets, cuando el alemán lo ponía contra las cuerdas, el austríaco no desesperó, con inteligencia y talento logró sacar el partido hacia delante. Lo cierto es que estos dos tenistas le regalaron a los fans de este deporte una final apasionante con cinco sets y un tie break final para definir el torneo. También es cierto que en la actualidad, es muy difícil escapar de la inmensa sombra de los colosos, pero el domingo Thiem y Zverev brillaron más que nunca, iluminando a todos.
Tomás Ordóñez