Como es de público conocimiento, la crisis que provoca el coronavirus ha golpeado fuertemente a la vida cultural. Esto produjo el cierre de museos, teatros y centros culturales, y muchos se replantean la opción de cerrar definitivamente sus puertas por la situación crítica que atraviesan por la pandemia.
La ciudad de Buenos Aires cuenta con 120 espacios de los cuales solamente el 22% pudo pagar la totalidad del alquiler del mes de Abril, un 34% pagó de forma parcial, y un 44%, casi la mitad, no pudo pagar un solo peso.
La primera víctima ya tiene nombre, se trata del Cultural Freire, ubicado en colegiales, que este sábado decidió cerrar sus puertas explicando que “llegado un momento en que no es posible seguir acumulando pérdidas nos vemos obligados a cerrar con todo lo que eso conlleva”.
Sin ingresos por falta de actividades y el precio de los alquileres que estiman entre los 30.000 a los 200.000 pesos mensuales, la preocupación se agranda por el elevado precio de las tarifas que se generan debido a que las empresas como Edesur y Edenor “no miden los consumos y cobran de acuerdo el promedio” no reflejando el nulo gasto de los centros quienes no utilizan en absoluto sus lugares.
Claudio Gorenman formó parte del debate del comunicado que lleva las firmas de Artei (salas alternativas porteñas), MECA (Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos), Cluvmi (Cámara de Clubes de Música en Vivo), Escena (salas alternativas más pequeñas) y Abogados Culturales, y explica cómo los espacios culturales intentan renegociar con los dueños de los inmuebles en está situación. “Si bien el artículo 1203 del Código Civil y Comercial contempla cesar el pago en caso de que una situación de fuerza mayor no permita hacer uso de la cosa alquilada, y el DNU 320/2020 del gobierno nacional prohíbe los desalojos y contempla la imposibilidad de pago hasta el 30 de Septiembre, la intención de quienes alquilamos estos espacios es la de tener un diálogo razonable con los dueños de los inmuebles para renegociar los contratos y evitar perjuicios mayores a ambas partes”, entendiendo que también muchos de estos dueños necesitan si o si de la plata de los alquileres como única entrada de dinero, como también más de uno dispone de otras soluciones, aunque de ninguna manera esto es un llamado a no pagar, sino a concientizar sobre el tema; “Lo mejor que podría hacer el gobierno porteño es acelerar los subsidios para que podamos hacer frente a los costos mínimos mientras estamos cerrados”
Lisa Kerner, de Casa Brandon, explica que son espacios que viven muy el día a día y muchos no pueden programar vivir con ayuda del estado, ya que no son auto sustentables. Se auto perciben con una función social y haber sido uno de los primeros en cerrar vuelve la situación muy desesperante.
La presidente de Artei, Liliana Werner, se manifestó explicando que “nuestras salas dependen de los tiempos del Estado y de los escasos recursos que disponen tanto el Instituto Nacional del Teatro como Proteatro. Si los subsidios llegan tarde, no nos permite organizar el hoy ni pensar a futuro en medio de este panorama tan incierto.
La situación más compleja todavía no llegó, se cree que para la vuelta a la actividad los escenarios estarán a menos de la mitad de su capacidad, sus actividades tienen que ver con el espacio social y el espacio colectivo, y lo peor llegará cuando los espacios puedan utilizarse con menos cantidad de espectadores.