Hace más de 70 días que el pueblo argentino está encerrado y son pocos los que pueden salir a trabajar. Por consecuencia, las necesidades de algunos sectores comienzan a sentirse un poco más.
Alex Juan Campo tenía 16 años, trabajaba como peón de albañil y, en sus días libres, ayudaba en el comedor del barrio Guzzetti, Cañuelas. Le gustaba cantar y bailar, tanto así que se unía a las murgas cuando podía. Vivió en una casa donde había hambre y Alex, para ayudar, cazaba algunas liebres para comer con su gomera.
El domingo 24 de mayo a la mañana, se levantó y comenzó su rutina de domingo: fue a cazar alguna liebre. Entró en una propiedad privada, cerca del paraje El Taladro, con dos amigos más. De fondo, una camioneta 4×4 Dodge RAM negra, lo embistió hasta llevarlo a la muerte. Era Pablo Rodolfo Sánchez, de 57 años, empresario, dueño de la propiedad y hoy detenido por el delito caratulado como homicidio agravado por alevosía. “Levántenlo y llévenselo”, dijo después de atropellarlo, según sus amigos. Las forenses declararon que el impacto contra el joven fue de, al menos, a 50 kilómetros por hora, mientras que el productor agropecuario declaró que iba a “10 o 20 kilómetros por hora, por las vacas”, además de que nunca vio a la víctima.
Natalia López, titular de la delegación de Buenos Aires del INADI, repudió el actuar del productor y dijo que el discurso de odio, racismo y estigmatización de los sectores más pobres son los culpables de estos casos.
Alex fue asesinado por buscar comida para llevar a su casa. Alex podía haber sido cualquiera con un poco de hambre.