En un mano a mano con Pirámide Invertida, repasamos los inicios y la carrera en general de Sabrina Ameghino, la canoísta argentina que el año pasado obtuvo su tan ansiada medalla de Oro en los Juegos Panamericanos Lima 2019.
-¿Cómo conociste el Club Náutico Ensenada ? ¿Te acordás del primer día?
–Mis inicios fueron a la vuelta en el club Regatas La Plata de la mano de mi tío, Daniel Méndez. Yo jugaba al basquet allá por el año 94, siempre con una dolencia en el pie derecho, hicimos varios estudios y nadie podía definir que era. Entonces, le dije a mamá que no quería saltar y correr más, que quería hacer algo en el agua. La idea al principio era nadar porque ella es profesora de natación pero era muy caro nadar. La única posibilidad era en Estudiantes de La Plata y estaba lejos de nuestro poder adquisitivo. Además, éramos cuatro hermanas y todas hacíamos basquet. Con la natación hubiera sido lo mismo, así que me mando hacer canotaje con mi tío Dani. Ahí empecé, la verdad es que me subí a un kayak y no me volví a bajar. Hice un parate en el medio pero también salíamos a remar de manera recreativa y acá estamos 26 años después haciendo lo mismo.
–Hace 21 años tuviste la posibilidad de participar en un Juego Panamericano ¿que recuerdos tenés de Winnipeg 1999?
–Ese fue un quiebre porque yo viajé como suplente originalmente. En ese momento era la nena del equipo, ahora soy la abuela. Tenía compañeras que tenían alrededor de 30 años, algunas de 25. Cumplí años fuera de casa por primera vez, los 19 los cumplí allá. Nos tocó entrenar en un lago y en un club maravilloso, el mismo lago al que fuimos a entrenar en 2018 y que nos tocó entrenar antes de Toronto también. Conocimos muy buena gente, la ciudad se llama Halifax. Es hermosa, al lado de un río y con unos puentes al estilo yankee. Decidí que no quería ser suplente y por primera vez me animé a preguntar si había controles para ver si yo tenía la posibilidad de subirme a un bote de equipo. Primero lo pensaron, nuestro entrenador era el cubano Miguel Sánchez y nos dejaron hacer controles y resulta que quedé muy cerca de Fernanda Lauro dos veces. Tan cerca quedé de ella que decidieron bajarla del K4 y la dejaron en el bote individual y me subieron a mí a la embarcación. No me voy a olvidar nunca, tiramos cerca del mediodía y nos ganaron tres botes. Nos ganaron Canadá, México y Estados Unidos por un abismo, eran 100 metros de competencia y muy atrás veníamos los otros botes. Y yo dije ¿cómo puede ser? Si nosotros entrenamos, yo entrené fuerte, hice todo lo que me pidieron. Así que desde ese día nos pusimos en la cabeza que queríamos nuestra primer medalla en Juegos Panamericanos, que no queríamos parar hasta que eso ocurriera. Tuvimos la suerte de mantener más o menos el mismo equipo hasta el año 2003 y se dio la posibilidad en Santo Domingo de sacar medalla. Yo saqué 2 bronces, uno en el bote doble y otro en el bote de cuatro. Siguió faltando algo. No alcanzaba, nunca era suficiente y la idea fue seguir intentado y se dio recién el año pasado.
–Esos años no eran de los mejores en el país ¿cómo fue el apoyo de tu familia para ese primer viaje siendo tan chica?
–En ese entonces los viajes se pagaban personalmente, salvo en los Juegos Panamericanos en los que el viaje te lo pagaban desde la Secretaría de Deporte. Mis papás siempre fueron mis sponsors, de hecho lo siguen siendo aunque soy una persona que tiene sus propios ingresos y su propio laburo pero cada vez que hace falta ayuda o algo siguen estando papá y mamá. Hoy por hoy tengo apoyo del municipio, en ese entonces no lo tenía y en el club para el que competía no me apoyó hasta que la carrera mía no floreciera. A ver, tampoco era normal que el club te pagará las cosas, hoy por hoy es otra la historia. Si no fuera por mis papás, la carrera se habría terminado hace mucho tiempo antes.
–¿Dudaste alguna vez de volverte de algún lugar lejano por extrañar o no pasó ni cerca?
-Sí, extrañás. Pero era una chica que tenía curiosidad. Me acuerdo que me mandaban fax para mi cumpleaños. Imagínate de lo que hablamos. Siempre estuve en comunicación, hacía las llamadas por cobrar o sea no tuve mucho problema. El problema de irme, empezar a viajar y extrañar lo tuve más cercana a estos tiempos. Más que nada por mi hija y un montón de cosas. Viajar de chico te abre mucho la cabeza, conocés otras culturas, ves que la realidad de tu país no es la única realidad. Me obligué a aprender inglés, me acuerdo que me miraba series de HBO subtituladas para aprender un poco más.
–La decisión de dejar el canotaje para ser madre, ¿cómo fue? ¿te costó?
–Quedé embarazada entrenándome para el Preolímpico de 2004. Nosotros íbamos a ir a un Panamericano que era en abril o mayo así que todo el verano estábamos entrenando. Siempre que llegaba diciembre renunciaba al equipo nacional, me venía acá porque sino tenía que concentrar en Tigre y la verdad que siendo chica mucho no me emocionaba. En ese sentido mi entrenador Daniel Méndez fue como crucial porque dijo que no fuera: quédate en casa y vamos a entrenar. Entonces, yo renunciaba al equipo y como no había problemas de becas, me quedaba entrenando en casa y en marzo iba nuevamente al selectivo a ganarme un lugar y volvíamos a viajar. Ese verano tuve problemas porque no levantaba el ritmo cardíaco, no importaba cuánto esfuerzo hacía siempre estaba cansada. Me mandaron a hacer análisis porque pensaban que era anemia y resulta que estaba embarazada de 8 semanas. Como estaba entrenando y hacía 8 semanas que estaba embarazada, me cortaron todo. Fueron sentimientos encontrados pero me duró una noche. Al otro día me levanté, mi hija ya tenía nombre, ya sabía que era una nena y me había puesto en la cabeza todo lo que iba a ser. Al papá le costó un día más que a mí, pero siempre tuve el apoyo de él. No me costó ser mamá, Vera es la mayor medalla que tengo o sea no me arrepiento en nada de todo lo que hice por tenerla a ella.
–Pasaron algunos años y decidiste volver al canotaje, ¿por qué?
–No quería saber nada de volver al canotaje. Pasó que en ese momento me habían echado del trabajo y empecé a tirar currículums por todos lados. Así me contratan desde el Club Náutico de Berisso. El club me abrió las puertas para que empiece a laburar. Empecé a bajar al agua con mis alumnas porque parte de mi trabajo es ese, enseñar y no me gusta hacerlo desde la tierra, a mí me gusta bajar que ellos también vean que lo hago, que es sencillo y que no pasa nada. Arranqué con todo eso y dije bueno voy a remar un poquito, veo si me meto a un campeonato argentino y si gano una medalla para que el club tenga un reconocimiento. Así que me puse a entrenar dos meses. En noviembre de 2009 competí en el campeonato argentino de velocidad en el Club Regatas La Plata y me dijeron, nosotros te vamos a anotar si vos te subís a un K4 con unas chicas del sur. Dije que sí, ganamos el K4 y me dejaron correr el K1 200 metros que era lo que yo quería correr. Y saqué medalla plata o sea le gane a casi todo el equipo nacional. Entonces ahí me empezaron a insistir: “¿Che, vos pensaste en volver? Pero yo les decía que no. Me insistió tanto Roberto que también fue integrante del equipo nacional, que volví.
–Fueron idas y vueltas, te decidiste y el primer día ¿cómo te sentías?
–Yo no sé si estaba mejor o peor, yo me fui a divertir. Estaba flaca, mis brazos no tenían forma era una madre en proceso y una deportista que ya no era. Fue un cambio importante. Eso sí, tenía el cuerpo roto, imaginate hacer pesas y volver después de 6 años. Volver a romper cada fibra de mi cuerpo para volver a estar en ritmo. Con la paciencia de las otras chicas y del entrenador se fueron dando las cosas. Era mayo de 2010 y en octubre ya estaba corriendo mi campeonato Panamericano de nuevo. Quedé cuarta en el K1 200, fui bronce en K2 obteniendo plaza para los Juegos Panamericanos 2011, salimos terceras en el K4 cuando fuimos a buscar un quinto puesto para obtener solamente la plaza para los Juegos y entonces a Guadalajara llegamos con un equipo súper competitivo.
–Mucho esfuerzo para llegar a una edición de los Juegos Olímpicos ¿no?
–Teníamos la plaza para los Juegos de Londres 2012 pero no sé qué pasó ni tampoco quise indagar sobre el tema pero fue Río de Janeiro, nuestro primer Juego Olímpico. Si bien sabíamos que no teníamos el nivel para estar en semejante evento lo peleamos con un nivel altísimo. No quedamos últimas, eso ya es un montón. La gente dirá que se conforman con poco pero jamás nos conformamos porque nos dolió el resultado. De hecho, sabíamos que había otros botes que tendrían que estar en nuestro lugar y no estaban, así que se compitió tratando de estar a la altura de semejante situación. Argentina nunca tuvo nivel para estar en un Juego Olímpico pero si ha tenido individualidades para estar en un Juego Olímpico, casos como Javier Correa o Walter Pérez, entre otros.
–Al haber participado de los Juegos Olímpicos, viviste en la Villa Olímpica. ¿Que tiene de especial ese lugar?
–La Villa Olímpica es nuestro mundo porque somos todos bichos del mismo palo, cada uno está en su deporte, cada uno representa su país pero es como tu pequeño espacio en el mundo.
–Recién mencionabas a Walter Pérez y seguramente te lo han preguntado en varias oportunidades que alcanzaste la misma cantidad de medallas que él. ¿Te gustan esas comparaciones?
–Jamás me compararía con él y creo que él tampoco conmigo, ni con otro atleta. Para m lo de las 9 medallas es irrelevante. Las cuento, no te voy a mentir, pero tampoco para decir tengo tanta cantidad. Si vos vas a mi casa vas a encontrar 120 medallas, dos vitrinas con miles de trofeos y es algo que junta mugre hoy por hoy porque lo que valió fue el momento y haberlo hecho de la mejor manera.
–Por último, la medalla que estabas esperando hace tiempo llegó el año pasado. ¿Qué representa?
-En esa medalla están colgados los últimos 20 años de mi carrera. Desde el 99 para acá por lo único que seguí remando fue para ganar eso o ir a un Juego Olímpico. Es ser la número uno del continente, escuchar tu himno y llevar tu bandera a lo más alto.
Emiliano Lescano, 2° A, turno tarde