“Separarse de la especie por algo superior”. Desde 2006 lo presagiaba en sus canciones, aunque el boom de aquellas premoniciones sucedieron en su último disco, Fuerza Natural. En dicho disco dejó muchos mensajes, como si él supiese lo que le iba a pasar meses más tarde, en Caracas. “Me perdí en el viaje, nunca me sentí tan bien”, no fue casualidad que su accidente cerebrovascular ocurriese lejos del hogar, de gira presentando el disco.
Toda la melodía, toda la lírica, toda la tonalidad existente en Fuerza Natural tiene un aura mística, que acompañan estos mensajes que Gustavo Cerati dejó muy a simple vista. “Viajo sin moverme de aquí”, ¿qué otra descripción posible a esta existe para explicar lo que el estado de coma significa? Muy pocas realmente. “Más allá del horizonte, la llanura nos espera” o “próxima estación, mucho más allá del Sol”, sea cual sea el destino que hablaba, daba la sensación de lejanía, de distanciamiento, y sobre todo, de despedida. Gustavo se iba a buscar la respuesta en el viento, y estaba decidido a ello: “No trates de persuadirme, voy a seguir en esto”.
Esta misticidad que se maneja en el disco toma otro color cuando se la relaciona con lo ocurrido. “Chicos del espacio están jugando en mi jardín”; “el Universo está a mi favor, y es tan mágico”, Cerati ya estaba viajando mucho antes del accidente cerebrovascular; se estaba preparando para lo que sabía que iba a suceder. “Cerca del final, solo falta un paso más”, si se piensa en que esa frase salió en forma de canción seis meses antes de no despertar nunca más, hiela hasta los huesos. Todavía más si se agrega “por mi cabeza ya pidieron recompensa”.
“Sacar belleza en este caos es virtud”, quizá retumba hasta estos días por el contexto en el cual se cumple la década desde que Gustavo inició su partida, pero él en ese momento sacó catorce canciones bellísimas en pleno caos, a tal punto que se fue al vértigo de la eternidad. Su vida, así como su camino desde aquel 15 de mayo de 2010 hasta el momento de irse definitivamente cuatro años y cuatro meses después, indican que, no siempre, poder decir adiós es crecer.
Lautaro Tiburzio; 2°A TM