No es novedad que la situación económica en Argentina, aún más con la propagación del COVID – 19, es un problema para toda la sociedad. La inflación se desata y los costos se van a las nubes, lo que provoca que los salarios y/o asignaciones nunca lleguen a abastecer todas las necesidades. Este inconveniente se ve reflejado en el día a día; en ciudadanos comunes, pymes, y no menos en el ámbito deportivo.
En nuestro país tenemos varios deportes que, lastimosamente, no tienen grandes ingresos monetarios, como sí los disfruta el futbol. Hay disciplinas que dependen de un ingreso exclusivamente de los sponsors y derechos televisivos, otras que obtienen dinero por competencias disputadas, y otros son directamente autónomos.
El vóley es un deporte profesional que es practicado en distintos clubes o asociaciones a lo largo del país, pero no está lo suficientemente financiado como para poder subsistir a las crisis que se presentan. Muchos dependen de los gobiernos provinciales o municipios y estos dedican gran parte de sus recursos al fútbol y dejan lo restante para estas disciplina.
Podríamos decir que Bolívar y UPCN son las instituciones que mejor se encuentran económicamente. Estos clubes, a pesar de la cantidad de campeonatos ganados, muchas veces no pueden retener a sus jugadores, que se van a ligas extranjeras más desarrolladas, como la italiana, donde este deporte es muy atractivo para la sociedad: los estadios se llenan, los sponsors se “pelean” por los equipos y todo esto genera una gran cantidad de ingresos para los jugadores.
Un claro ejemplo de la crisis que vive el vóley argentino es el club catamarqueño Ateneo, que después del último campeonato jugado no recibió más el dinero correspondiente a los sueldos. Promesas que van y vienen por parte de los dirigentes y también del municipio. Mientras tanto, los jugadores siguen aguardando el pago que les corresponde desde hace ya tres meses. El capitán del equipo, Renato Adornelas, habló con el diario deportivo Olé: “Estamos tres meses abajo, hasta ahora hemos cobrado solo tres meses nada más, y hay contratos de ocho meses. Y eso que la Liga para nosotros terminó hace dos semanas”, comentó. En sus declaraciones no dejó de lado la importancia del gobierno a la hora de hablar de números: “El club depende de la plata de la provincia, que no nos presta mucha atención. Con esta situación del país, más complicado va a ser porque ahora tienen mil excusas para no pagar”, concluyó.
El hecho de que los gobiernos de las provincias no se hagan cargo de estas situaciones genera un malestar general de los jugadores y empleados pertenecientes a las asociaciones con los dirigentes. Muchas veces los directivos se agarran de las palabras de los funcionarios, prometiendo una ayuda económica, y ellos para “calmar las aguas” lo transmiten a la gente, generando falsas expectativas para luego provocar un gran enojo cuando dichas cosas no se cumplen.
Con lo mencionado anteriormente no se pretende salvar a los dirigentes de esta profunda crisis. Como referencia tenemos a las Selecciones Nacionales, tanto masculina como femenina, que en 2019 acrecentaron sus problemas con las personas encargadas de dirigir las instituciones al no recibir respuesta a sus reclamos vinculados a deudas hacia sus jugadores y también a un cambio en los aranceles de las transferencias al extranjero. Ninguna de ellas fue respondida en su momento y los jugadores optaron por informar que de no obtener respuestas no jugarían los próximos torneos. Ante esta amenaza, los dirigentes respondieron de manera satisfactoria y llegaron a un acuerdo.
Agostina Pozzi