Ceibos, Corinthians, Olimpia, Peñarol, Selknam y Cafeteros, son las nuevas franquicias nacionales (de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Chile y Colombia, respectivamente) que participan en la recién nacida Superliga Americana de Rugby. Sin embargo, es de público conocimiento que el mundo está casi completamente inactivo por el coronavirus, lo que incluye al deporte.
Al día siguiente de vencer de visitante a Selknam por la segunda fecha del torneo, le fue notificado a los Ceibos que debería volver al país y realizar una cuarentena obligatoria debido a la pandemia. Nada de otro mundo, pensaría Facundo Cordero, wing y fullback del equipo argentino. Él consideraba que dos semanas entrenando en su casa, practicando el tackle con su perro, corriendo por el jardín y dando pases a la pared, no sería tan grave. Pero todo comenzó a empeorar, a tal punto que ni siquiera los miembros de la franquicia tienen certeza de cuándo volverán a entrenar y jugar al rugby con normalidad.
A pesar de esto, las ganas y pasión del joven surgido en el Club Regatas de Bella Vista siguen intactas. Porque él bien sabe que, aunque por el momento esté detenido, está formando parte de un proyecto deportivo a futuro, no sólo nacional sino de todo el continente: “es una gran ayuda al rugby sudamericano porque pasan de competir contra equipos del mismo país a jugar contra nosotros y los demás equipos. Pasan de tener un nivel de competencia bajo, a tener 8 o 10 partidos asegurados en el año.” Además, remarcó Facundo que, sin importar la diferencia de categoría del rival, al asegurarse una competencia constante, el equipo se va conociendo más y los progresos se hacen visibles en los resultados.
El hermano de Santiago Cordero (ex Puma y mundialista), con sus cortos 21 años ya tiene un contrato profesional y esto le fascina: “estás todo el día pensando en rugby. Tenés más estímulos para aprender, conocer más al rival y entrenas todos los días, a veces doble turno.” No niega que extraña el ambiente familiar que vivió en Regatas, las tocatas después de entrenar, disfrutar del día en el club y las charlas con sus amigos tomando mates. Pero esto también le encanta, y admite que la seriedad de los Ceibos no evita que haya formado nuevas amistades que hacen al progreso de la franquicia como equipo y como personas.
“Yo juego al rugby para divertirme”, aclaró. Es por eso que prefiere tomarse su papel más como un compromiso pasional, que como un trabajo. Ya que está consciente que, si salen campeones y si él se destaca por su juego y entrega, podrá dejar en alto la camiseta de su club de formación (que lleva consigo en todos sus viajes) y al rugby argentino. Sabe que tiene que cumplir con ciertas responsabilidades y expectativas, pero esto no hace más que motivarlo a mejorar y a tratar de impresionar a quienes puedan verlo y sueña con, algún día, recibir ese tan ansiado llamado para los Pumas.
Luis María Ordóñez