A comienzos de 1871, cuando las tropas argentinas regresaron de la guerra del Paraguay trajeron, entre otras cosas, la fiebre amarilla. El foco infeccioso se concentró en los barrios de San Telmo y Monserrat, lugares de residencia de las familias patricias que decidieron abandonar sus mansiones para trasladarse a distintos lugares.
El abandono y a su vez la posibilidad de encontrarle un nuevo destino con notable rédito para sus dueños, que vieron una gran oportunidad en el aluvión inmigratorio para darle un fin productivo a sus propiedades abandonadas, hicieron que dichas casas fueran transformadas en muchas habitaciones sin ventanas y un solo baño para cientos de personas. Sus nombres fueron cambiando, al principio se las llamo “casas de alquiler” o “inquilinatos”, hasta que el ingenio popular las bautizo como “conventillos”.
Dentro de esta realidad, Jorge nació y se crió en un conventillo del barrio de San Telmo, en la casa de sus abuelos maternos, que cuando vinieron de España, con su madre muy chica alquilararon una habitación, luego alquilaron otra, hasta que en un momento se puso en venta la casa y sus abuelos juntaron plata con otros paisanos y pudieron comprarla. Sin embargo ellos seguían teniendo solo 2 habitaciones, el resto de la casa estaba alquilada, por lo que casi por decantación se encontró con un montón de abuelos postizos que cuidaban de él. Hasta que casi a sus 22-23 años falleció el último de los inquilinos, por lo que en ese momento recién pudieron utilizar toda la casa. Una casa que, recién a esa edad pudo terminar de descubrir, con un fondo de más de 40 metros y donde forjo su sueño de ser el 9 de Boca.
Porque los sueños no pasaban por otro lado que por jugar a la pelota, o tal vez en algún momento poder relatar algún partido de Boca. Boca era en su infancia claramente su motor, poder salir a la calle y patear por el empedrado de San Telmo, soñando que era Rojitas.
Pero como siempre en la vida uno tiene que tomar decisiones, y Jorge las tuvo que tomar, dueño de una vez inigualable, mientras estudiaba locución, era preceptor y comenzó a tener contacto con los jóvenes. Arrancó trabajando en distintas radios, después paso por el noticiero, estuvo con Berugo Carámbula en “Atrévase a soñar”, todo esto en canal 9. Y fue así como lo llamaron, para hacer un reemplazo en “Feliz Domingo”, que en un primer momento iba a ser por un mes y termino durando 6 años.
Si todos creíamos que era especial el hecho de estar en “Feliz Domingo”, él lo tomaba como algo natural, sentía que estaba pasando un gran momento con amigos que hacían el programa y disfrutando de los jóvenes. Sin esa locura que se vive hoy y en la que se está pendiente del minuto a minuto y del rating. Pero sin lugar a dudas que se daba cuenta de que no era un programa más, lo notaba en algunas situaciones, como la de ir a comer y que no le cobren, o subirse a un taxi o colectivo y que lo lleven gratis, él las tomaba como muestras de cariño.
Pero también lo lindo se termina, y esto no fue la excepción, aunque para Jorge no fue un trauma: ahora tenía los domingos libres para ir a ver a boca, para comer asado con familia, amigos. Sí extrañaba a esos compañeros que lo habían hecho pasar seis años maravillosos. Pero la vida seguía, y de la misma manera que se tomó las cosas en los comienzos de “Feliz Domingo”, se siguió tomando las cosas que vinieron en adelante. Trabajando con el profesionalismo que lo caracteriza. Porque el siente que todo lo que consiguió en su carrera es para poder darse los gustos que cualquier “vecino” puede tener, salir de viaje, ir a comer, tener un auto. Poder disfrutar de un día de pesca, del sol, de la playa, de ir a la cancha a ver a Boca. Y también de meterse en política, pero no como militante sino informándose e interiorizándose, porque cree que no hay peor cosa que una persona que opina por el zócalo de un programa de televisión.
Y si hay algo que tiene pendiente, o que es su sueño por cumplir, es poder juntar sus pasiones, la pasión por el fútbol, más precisamente por Boca y unirla con su profesión. Por lo que su felicidad sería total si llegara a ser la voz de la Bombonera, lo haría más que un Martín Fierro o cualquier otro premio que pueda llegar a conseguir. Porque eso tendría que ver con el corazón y con su infancia.
Pablo Frontini
2° «B» T. N.