Desde esta semana, OVO, otro montaje del prestigioso Cirque du Soleil, se encuentra en tierras argentinas. Desde la famosa productora de teatro canadiense lo presentan como un “ecosistema rebosante de vida ligado a la cultura brasileña”. En la línea de Séptimo Día, propuesta en la que el Cirque se asoció con otros productores para dar vida a sus ideas, OVO no se presentará en una carpa sino en un recinto cerrado: Tecnópolis. Creado y dirigido por la coreógrafa brasileña Deborah Colker, la versión original de este show circense se realizaba anteriormente bajo una gran carpa. A partir de 2016, fue adaptado para poder ser presentado en los estadios y arenas más importantes del mundo.
El espectáculo, que se creó en el 2009, y que recrea durante dos horas la vida de los insectos, ya giró por Canadá, Estados Unidos, Australia, China y gran parte de Europa. Detrás de escena, conviven más de cien personas de veinticinco nacionalidades, y que hablan veintiún idiomas diferentes.
El show fue pensado, en un principio, para celebrar el aniversario número veinticinco de la empresa. Para hacerlo, los dueños de la productora se enfocaron en tratar alguna temática relacionada con el medio ambiente, por lo que decidieron llamar a Deborah Colker, una brasileña que se encargó de crear un mundo de insectos y que le transfirió al show su alegre personalidad, alejando el espectáculo de los tonos lúgubres y el misterio que suelen transmitir los espectáculos circenses.
Además de Colker, Berna Ceppas, otro brasileño, fue el encargado de ponerle música al espectáculo, agregándole una divertida combinación de bossa nova, funk, samba y electrónica, que logra que los asistentes al show se muevan un poco en sus butacas. Son siete los músicos que tocan en vivo durante el show, y lo hacen vestidos como cucarachas, para no desentonar con la propuesta del Cirque. Tim Bennett, director artístico del espectáculo, y que lleva los dos últimos años y medio viajando por el mundo con el circo, asegura que OVO es completamente diferente a todos los demás shows del Cirque du Soleil.
Forman parte del espectáculo 50 artistas, que utilizan hasta 1500 piezas de vestuario. De este sector se encarga la española Mar González Fernández, jefa de vestuario de OVO, y que trabaja hasta con cinco personas que la ayudan a preservar el orden y lavar los trajes luego de cada función. Los looks, por obvias razones, están inspirados en la naturaleza, y se manifiestan en la gran cantidad de tonos verdes, amarillos y rojizos que se despliegan en el escenario. También hay mucho brillo, recurso que se utiliza buscando reproducir el centelleo de los insectos. Los artistas interpretan hormigas, libélulas, arañas, mosquitos, mariposas y grillos. Ataviados con un vestuario impresionante, todos realizan acrobacias que quitan el aliento. Entre estas maniobras de gran dificultad, un grupo de payasos cuenta la historia de una comunidad de insectos que acoge entre sus filas a un mosquito mochilero. Este personaje transporta un misterioso huevo que le da el nombre a la obra. Y es que “ovo” quiere decir huevo en portugués.
Antes de salir al escenario a maravillar a los asistentes, los artistas ensayan por turnos, dependiendo de la cantidad de funciones que tengan en el día correspondiente. Cuando son dos funciones, prefieren no entrenar para evitar excederse con la actividad física y así prevenir lesiones. Cada uno, además de desempeñar su rol en el espectáculo, tiene que estar siempre preparado para hacer de back-up de algún compañero, en caso de que éste se encuentre indispuesto. En OVO no hay reemplazos.
Actualmente, el Cirque Du Soleil, fundado en 1984 por el canadiense Guy Laliberté, tiene 27 obras desparramadas por el mundo. Seis en Las Vegas, y una en la Riviera Maya. Además, también se realizan presentaciones en Montreal, Philadelphia, Londres, Valencia, Zúrich, Ginebra, Chicago y, por supuesto, en Buenos Aires. Por la capital argentina ya pasaron siete espectáculos de la famosa productora canadiense.
Más allá del escenario y lo tangible, aquello que podemos ver representado por los artistas, la compañía persigue dejar un legado que no se borre nunca: fomentar, por medio de las artes, la integración entre todos los seres humanos del planeta, aunque sus pasaportes los diferencien. Esto es cumplido a cabalidad por Martin Alvez y Beth Williams, un brasileño y una inglesa que conforman una pareja, tanto en el escenario como fuera de él. Alvez, nacido en San Paulo, pero de padres argentinos, fue un antiguo alumno del CENARD y es gimnasta, al igual que Williams. Ambos se conocieron hace seis años, mientras practicaban con cintas en un centro de entrenamiento circense.
OVO se presenta entre el 15 y el 30 de junio en Buenos Aires, en el Estadio Bicentenario ubicado en Tecnópolis. Las entradas para verlo en Buenos Aires cuestan entre 1.800 y 7.500 pesos. El show también se podrá ver en Córdoba, entre el 18 y el 27 de julio; y en Mendoza, entre el 1 y 9 de agosto.