Desde la órbita del periodista, hay historias de las más diversas para contar. Picarescas, dramáticas, políticas y cientos de otras variantes. Este caso excede una calificación de este tinte porque roza sentimientos de alto arraigo cultural y estructural del país. Es que la recuperación de un nuevo nieto, el número 130, es una caricia al alma en tiempos revoltosos. Javier Matías Darroux Mijalchuk se acercó al movimiento de las Abuelas de Plaza de Mayo con la incertidumbre de quién vive una vida tranquila pero con retorcijones en el pecho porque la duda se lo devoraba.
Hijo de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, conoció su trágica historia al investigar sobre sus orígenes. El 27 de diciembre de 1977 fue encontrado cerca de la ESMA, la cuna del terror, y una mujer lo adoptó. Su vida, como la de sus 129 predecesores, está marcada por el oscurantismo de la época más nefasta de la historia argentina.
Javier, con el alivio del conocimiento y el peso de su pasado, revivió de las cenizas cual Ave Fénix a la espera de una vida con la paz de conocer su historia. Las Abuelas se permiten un atisbo de sonrisa para, al día siguiente, seguir buscando nuevas historias y adultos con alma de niños para seguir ayudando.
Diego Ariel Salgado