Intentando provocar un cambio cultural, las mujeres solo buscan expresar su pasión por la pelota y uno de sus tantos pedidos, que se relaciona con el derecho a espacio y reconocimiento, es crear un proyecto de divisiones inferiores que logre consolidar lo que viene haciendo el fútbol femenino; para tener la formación desde pequeñas como la que tienen los varones.
La búsqueda de la igualdad de oportunidades en este deporte se hizo un principal objetivo, basándose en la existencia de vivencias corporales y emocionales que son hoy muy distintas a lo que la sociedad podía estar acostumbrada. Con casos como los de Mariela Coronel, jugadora del Granada CF de la Segunda División Femenina de España, que se formó en potreros de Santiago del Estero sin entrenamientos específicos o el de Virginia Gómez, capitana de la primera de Rosario Central femenino, que jugaba en el barrio de Belgrano en Rosario.
“Lo que no haces cuando eres chica, lo tienes que aprender de grande”, marca con claridad Agustina Barroso, actual jugadora de Madrid CFF de la Liga Femenina Iberdrola de España, que lleva consigo una historia que a más de uno le genera curiosidad.
A muy temprana edad supo que el fútbol debía formar parte de su vida, y con el apoyo de sus padres logró ir directo a la escuelita de Unicen que contaba con un grupo mixto que lo conformaba una gran mayoría de chicos. Entre los 10 u 11 años, tal y como lo recuerda la jugadora, tomó la decisión de cortarse el pelo luego de que en un partido recibiera insultos por parte de los padres, generándole una frustración que ya no la quería sentir más.
Contándolo como un recuerdo traumático por no ser identificada como diferente, años más tarde entendió por qué sucedía y supo que era debido a que era un deporte caracterizado por el prejuicio que iba de la mano de un machismo existente en mayor proporción.
Prácticamente no hay inferiores en Argentina, llegan a primera con desconocimientos técnicos e incluso físicos; por lo general cuando son convocadas por la Sub-17 o la Sub-20 les falta la etapa formativa, resultando más difícil empezar a jugar en un club organizado algunas se identifican con una profunda sensación de incertidumbre, pero confían en que las mujeres juegan con tanta pasión como los hombres.
La actual capitana de la selección argentina y jugadora del Levante UD de la Liga Española, Estefanía Banini, contó que de pequeña no le dejaban jugar a la pelota, pero con la ayuda de Eduardo Pérez, un entrenador que conoció en una escuelita de fútbol de salón llamada Cementitas en Mendoza, encontró esa oportunidad que nadie se la daba a los 7 años, que luego le serviría para iniciar una carrera que desempeñaría en Chile, Estados Unidos y actualmente en España.
Al inicio jugaba con puros varones, al igual que muchas de sus compañeras que se dedicaron a esto desde más chicas, y es como lo cuenta la arquera Gabriela Garton que habla con seguridad y se enfrenta a una realidad que no se puede dejar de lado, la ausencia de divisiones inferiores en el femenino que no logra desarrollarse por cuestiones culturales.
Desafiando los prejuicios es como se logra que cada vez existan más escuelas que acepten niñas y padres que alienten más por ello. Uno de los ejemplos es el del Club Asturiano de Vicente López, que recibe a niñas de entre 6 y 13 años para poder ayudarlas en su preparación futbolística.
En un país de tradición futbolera, paso a paso este deporte va acompañando al movimiento de la sociedad en cuestiones de género marcando un antes y un después con la ayuda de la inclusión y la igualdad; considerando que el cambio que se dio con fuerza en este último período todavía no es completo.
Aldana Suarez, 2 «A» turno mañana